La soledad y el silencio marchan a su lado imperturbables,
No necesitan la venia ni del bien, ni del mal,
son intangibles, no se pueden marginar, menos cambiar, son sombra que libera de los fantasmas del pasado infernal, recubriendo con barniz todas las grietas ocacionadas por el mal,
suavisan con oleo aromatico de fragancia singular,
toda laceracion recibida en las inevitables pugnas contra el mal,
son oasis en el desierto del mundo sumido en la maldad,
en la angustia y la tristeza consuelan sin cesar,
no emiten palabras vanas, estan presentes sin hablar,
saben que las palabras no sienten el dolor del alma,
porque es imposible de expresar el sentir ajeno,
al no conocer la intencidad de como vive cada individuo su dolor,
las almas lloran, sus lágrimas no las vemos, estan internas donde a la visión humana le es imposible penetrar,
asi es el sentimiento ajeno, no se puede calcular, imposible de medir,
nadie sabe la magnitud del dolor de otro,
por eso las palabras son inutiles para consolar,
nunca se sabe con la sed que otro bebe, jamás se conoce el dolor que siente el alma, no hay modo de cuantificar los decibelios de un ser abatido por la rudeza de la vida,
las lagrimas son manifestaciones mudas de los gritos internos del corazon dolido,
ellas no dicen nada, se hacen arroyos indetenibles,
brotando como manantial igneo que abrasa la piel, cuando la fiebre del tormento interno no puede resistir la flama que consume las entrañas con fuego devastador,
y como escape de esa llama devoradora,
los canales internos unen sentimientos y realidades, drenando al exterior el dolor, transformado en lloro liberador, impidiendo la implosión de la mente y del corazon.
Por el pastor: Fernando Zuleta vallejo.
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