El poder en manos de inescrupulosos, lo único que trae es miseria y ruina para quienes están bajo su yugo, en este momento los políticos corruptos han reemplazado a los esclavistas del pasado, no se difieren en nada, han cambiado el modus operandi, se han camuflado o mimetizado, pero el trasfondo sigue siendo el de la explotación y el sometimiento, eso no ha variado un ápice, pero la gama cromática que usan es para aparentar armonía donde solo hay caos y confusión.
El poder altera el equilibrio natural del ser humano por cuanto atrofia los buenos sentimientos y como compensación hace crecer con desmesura el ego. El poder sin humildad es una bomba de tiempo en las manos del que lo tiene, se asemeja a un hombre que sin el mínimo conocimiento de navegación aérea se ve frente a la disyuntiva de tener que tomar los controles de un jumbo jet en pleno vuelo, haciendo de piloto por accidente y en completa improvisación.
En toda la dilatada historia de la humanidad, quien ha gobernado sin humildad, ha llevado a sus gobernados a la miseria más brutal y despiadada, porque su dirección está encaminada a satisfacer su megalomanía y esta terrible enfermedad espiritual es como el abismo, nunca se sacia.
Esa es la razón que la Palabra de Dios declara: cuando gobierna el impío el pueblo gime. Estar en manos de la impiedad es tener como tutor al demonio de la destrucción, por donde pasa solo deja, tierra arrasa, ruina, miseria, pestilencia, dolor y angustia. Esta bestia inescrupulosa disfruta del sufrimiento ajeno, porque se especializa en la tortura y el sadismo es su sello de distinción.
En toda la dilatada historia de la humanidad, quien ha gobernado sin humildad, ha llevado a sus gobernados a la miseria más brutal y despiadada que se le ocurra a sabiendas que si sale el ensayo malo, otros son los que sufren las consecuencias y es una particularidad de la calaña de estos individuos al actuar con improvisación usando el método del ensayo y el error. Uno de los tristemente célebres, fue llamado el “ángel de la muerte” como médico del führer, Josep Méngüele, hacia experimentos con los judíos, usándolos como cobayas de laboratorio, con el pretexto de conseguir la cura para las peores enfermedades de la época. En el fondo lo que disfrutaba era ver el sufrimiento de las personas, eso era lo que satisfacía su trastornada y torcida personalidad.
En muchos partes repiten esa macabra historia los jerarcas políticos de turno, están haciendo experimentos sociales y tratando de que la gente viva de aire molido y viento raspado, es lo único que hasta ahora se consigue en grandes cantidades, y eso porque el Estado no lo puede administrar, intervenir o expropiar, porque estoy segurísimo de que si pudiera, todos nos habríamos muerto asfixiados.
Los políticos que gobiernan la mayoria de los países están en una capsula sin ningún tipo de visión panorámica y aislada por completo de los ruidos que hacen todos los que sufren la hambruna y las enfermedades, porque solo oírlos hablar de la felicidad en que vive el pueblo es suficiente para entender que están en un bunker impenetrable para las quejas y los lamentos de los que están hundidos en la miseria y el oprobio.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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