viernes, 15 de junio de 2012

SOY HIJO DE LA REVOLUCION







Soy revolucionario desde el momento en que entendí, que revolución significa cambio radical. Me anote en el libro de la revolución y sé que nadie podrá borrar mi nombre de allí,  la revolución me ha influenciado tanto que no percibiría la vida sin ella, el día que prescinda de ella seré hombre muerto entre los vivos, porque en ella encontré la vida y sin ella seguirá la muerte. Mi vida desde entonces se ha plegado a sus postulados y ninguna cosa tiene sentido si no está impregnada de  su aroma de libertad y justicia.


Soy su seguidor incondicional, su propulsor permanente, su ferviente defensor, su constante proclamador y su consuetudinario practicante, nada ha hecho posible que en treinta (30) años de militancia en sus filas de un solo paso atrás en medio de los peligros que se han presentado a lo largo y ancho de este periplo, las vicisitudes pasadas se han constituido en acicates que han impulsado la perseverancia en ella, de la misma manera que los combustibles mantienen avivado el fuego, cada vez que se ha presentado la tormenta  con sus huracanes de poder inconmensurable y han amenazado seriamente la permanencia en ella , la esperanza de un mundo nuevo ha hecho el milagro de redoblar las fuerzas perdidas y literalmente resurgir de las cenizas como la mítica ave fénix, para darle continuidad a lo que se adhirió en mi alma, cuerpo y espíritu, convirtiéndome en uno solo con ella.
¿Qué cual es  el partido y color político a que pertenezco? A ¡ninguno!


Los niños hambrientos y haraposos de la calle no tienen color, ni bandera política. Las madres abandonadas, teniendo que ejercer la prostitución para mantener a su prole no tienen color, ni pendón de sus preferencias.  Los miles de adolescentes entregados a la promiscuidad y a la desbordante y malhadada prostitución no tienen color, ni estandarte político. Los millares  que lloran amargamente la pérdida de sus deudos, por el hampa desbordada y sin control, no tienen color, ni blasón político. Las cantidades alarmantes de niños, adolescentes, jóvenes y adultos que están en las garras del consumo y tráfico de estupefacientes  no tienen color, ni pabellón político. Ante la injusticia, la lenidad, la pérdida de valores, la creciente criminalidad, la economía depauperada, la corrupción desbocada, el hampa desatada, la educación en caída libre y la insensatez y tozudez de los responsables directos de la debacle, ¿se podrá tener color e insignia política?


La revolución en que milito y defiendo me enseño a ver a todos los seres humanos iguales, a amarlos no por que tengan meritos o me amen  sino porque son personas, me creo conciencia de pertenencia y lo que se haga con el extranjero, con el débil, con el anciano, con la viuda, con el niño, con el que no puede defenderse lo están haciendo con todos los hombres de la tierra. Aprendí que no hay diferencia por el color de la piel, por el origen geográfico, por los límites políticos de las naciones, por la descendencia, por la cultura, por la nacionalidad, etc. etc. no significa esto aprobación de todas las conductas y comportamientos, sino respecto y consideración por el único ser que lleva la distinción divina de ser hecho a imagen y semejanza de Dios.

anécdota de la madre Teresa: 

Quisiera contar la historia de una joven que no ganaba mucho dinero, pero deseaba ayudar al prójimo sinceramente. Durante un año no llevó ni compró maquillaje alguno y guardó el dinero que habría gastado en comésticos y ropa. Al cabo de un año, me mandó el dinero ahorrado.


La revolución que me recluto me enseño a derrotar el odio, a vencer al rencor, a rechazar la guerra,  a despojarme del egoísmo, a ser magnánimo, a perdonar el agravio, a disfrutar su completa paz y vivir en total libertad. ¿Quieres pertenecer a esa revolución? Anótate en las filas del ejército de JESUCRISTO y comprobaras que me quede corto al hablar de lo que se logra en ella.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.





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