jueves, 14 de junio de 2012

EL MAESTRO





En el lugar geográfico, en la familia donde pertenezco y en el entorno donde viví la niñez, la adolescencia y la juventud, el maestro fue una respetable figura que disfrutaba del reconocimiento general y ejercía autoridad sin cuestionamientos entre sus alumnos y liderazgo en la comunidad, los rasgos más característicos que los identificaba era su vocación de instruir, enseñar y servir. Tengo los mejores recuerdos de todos los que contribuyeron a mi formación, de la mayoría de ellos sus nombres aun los tengo en mi mente, he atesorado sus enseñanzas que están grabadas en mi memoria con  fuego, por lo cual son indelebles, cumpliéndose totalmente lo que está escrito: las palabras de los sabios son como aguijones y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones.




Todas aquellas enseñanzas que el tiempo no ha podido extinguir han sido mi mejor equipaje y la mayor tarjeta de presentación en toda mi existencia, el ejemplo que observe en la mayoría, la abnegación en su desempeño y la dedicación a su monumental trabajo hicieron que surgiera en mi una especial admiración por su extraordinaria y consecuente labor, pero también genero personalmente un gran respeto, tanto que jamás he podido usar una palabra distinta a maestro o profesor cuando me dirijo a alguno de ellos.




Hay dos cosas que a mi modo de ver y entender la problemática que han generado un caos en la educación y formación de las nuevas generaciones, la principal es que se le quito la autoridad a los maestros con los nuevos y revolucionarios códigos de protección al menor, como si protegerlos, fuera permitirle hacer uso y abuso de su condición de infante o adolescente, precisamente si están en formación, los adultos son los que tienen que formarlos y jamás adaptarse a los caprichos y vaivenes de los que no saben para donde van, los que tienen la responsabilidad de enseñarles el camino son los que lo han transitado y conocen cada recoveco y sinuosidad en él; por otra parte no están ocupando el espacio de maestros las personas con verdadera vocación para ello, sino que la dificultad para conseguir empleo impulsa a muchos a desempeñar una función para la que ni se han preparado, ni tienen vocación, pero solventa la crisis económica echando mano de lo que es una salida a la carencia de empleo, pero no un llamado al ejercicio de dicha profesión, además se añade a esto el clientelismo político y todo prosélito no encuentran mejor opción para emplearlo que en la educación, las trágicas consecuencias de tan errática metodología, no podemos ocultarlas y menos endilgarle la responsabilidad a los antepasados.



El autentico y verdadero maestro pasará por encima de toda contingencia y cumplirá con fidelidad la exigente tarea de moldear individuos en un medio que cada dio se torna más difícil y complicado por las implicaciones que conlleva, las limitaciones a que ha sido sometido por el sistema decadente que ve en los maestros adláteres incondicionales para la nefasta tarea de ideologizar y no personas que instruyan y capaciten a la sociedad para ser libres física, espiritual y mentalmente. Maestros mis respectos y admiración por su tesonera labor, nunca claudiquen a su maravillosa misión de hacer individuos útiles y capaces en una sociedad cada da más mediocre y carente del elemental sentido natural.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.




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