Dentro del panorama sombrío que
ofrece una separación o ruptura del matrimonio, son las catastróficas repercusiones que tiene sobre los hijos lo que ocasiona los
mayores daños, siendo la más ominosa y destructiva la horrenda culpa , porque
ellos van a creer que son los responsables de lo que está generando los impases
y hostilidades entre la familia, de esa
manera se arrastra a indefensas criaturas a un torbellino de pasiones
encontradas, cuando ellos al hallarse en el centro del ojo del huracán, se
convierten en el motivo central de las agrias y amargas disputas de los padres.
Los progenitores dan inicio a un torneo de espada, se lanzan todo tipo de
estocadas, se atacan sin compasión, se laceran, se hieren ferozmente y los
hijos que están en el medio de la encarnizada batalla ¿quedaran indemnes?
Lo trágico de esta guerra sin
sentido es que los hijos llevan la peor parte y son usados como escudos para
protegerse y defenderse o como arma para infringir el mayor daño posible al
contrincante, ellos se constituyen en un trofeo que hay que ganar y no importa
cómo se consiga la victoria, en estas circunstancias es que se presenta el
escenario donde se dirimen fuerzas y se quiere ganar la confrontación, teniendo
como testigos oculares a quienes pretendemos defender del enemigo acérrimo en
que se convierte cada conyuge, cuando se inician los trámites de separación y
generalmente los hijos son confrontados a que escojan a quien seguir, señalando
todos los defectos de su contra-parte, porque el interés que se muestra en
querer quedarse con los hijos entraña el egoísmo mas simulado y zamarro de todos
, porque si verdaderamente amamos a los hijos no escatimaríamos ningún sacrificio
para que ellos disfrutaran una vida plena y segura.
De este tipo de litigios tan
aberrante e inescrupuloso, fui testigo de cómo una abuela envenenaba el tierno
y dulce corazón de una niña que apenas
estaba aprendiendo a hablar diciéndole: repita con migo, "mi papa es un
homosexual", pero con las palabras vulgares y sucias que se usan en el
lenguaje vernáculo o coloquial, que por supuesto no se pueden repetir literalmente.
Nos podemos imaginar la imagen grotesca y degenerada que está dando forma en
los sentimientos de seres que no saben diferenciar
entre el bien y el mal, con este tipo de manipulación, que lleva como fin
destruir cualquier recuerdo positivo de alguno de sus padres, para ganar el
favor y el apoyo incondicional del infante, seguramente que muchos creen que le
hacen daño y perjuicio al antiguo consorte, sin tener en cuenta que al que están
destruyendo es al propio hijo y que él, es el que llevara las huellas y cicatrices
imborrables de todas las batallas y combates en su alma, que libraron sus
progenitores y de los cuales fue espectador obligado de primera línea y que
posteriormente estos se manifestaran como los traumas que nunca le dejaran ser
feliz, pero que continuando la cadena , producirá infelicidad a raudales a todo
el que se encuentre en su camino intimo y cercano.
Los hijos son la herencia divina
y no son de nuestra propiedad y son dados como tesoros que tenemos que guardar
y preservar celosamente, pero un día tendremos que dar cuenta a quien nos confió
esa tarea y ojala salgamos aprobados y no reprobados.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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