lunes, 25 de junio de 2012

CONFLICTOS DE LAS PAREJAS: DÉCIMA PARTE






Dentro del panorama sombrío que ofrece una separación o ruptura del matrimonio, son las  catastróficas repercusiones  que tiene sobre los hijos lo que ocasiona los mayores daños, siendo la más ominosa y destructiva la horrenda culpa , porque ellos van a creer que son los responsables de lo que está generando los impases y hostilidades entre la familia,  de esa manera se arrastra a indefensas criaturas a un torbellino de pasiones encontradas, cuando ellos al hallarse en el centro del ojo del huracán, se convierten en el motivo central de las agrias y amargas disputas de los padres. Los progenitores dan inicio a un torneo de espada, se lanzan todo tipo de estocadas, se atacan sin compasión, se laceran, se hieren ferozmente y los hijos que están en el medio de la encarnizada batalla ¿quedaran indemnes?


Lo trágico de esta guerra sin sentido es que los hijos llevan la peor parte y son usados como escudos para protegerse y defenderse o como arma para infringir el mayor daño posible al contrincante, ellos se constituyen en un trofeo que hay que ganar y no importa cómo se consiga la victoria, en estas circunstancias es que se presenta el escenario donde se dirimen fuerzas y se quiere ganar la confrontación, teniendo como testigos oculares a quienes pretendemos defender del enemigo acérrimo en que se convierte cada conyuge, cuando se inician los trámites de separación y generalmente los hijos son confrontados a que escojan a quien seguir, señalando todos los defectos de su contra-parte, porque el interés que se muestra en querer quedarse con los hijos entraña el egoísmo mas simulado y zamarro de todos , porque si verdaderamente amamos a los hijos no escatimaríamos ningún sacrificio para que ellos disfrutaran una vida plena y segura.


De este tipo de litigios  tan aberrante e inescrupuloso, fui testigo de cómo una abuela envenenaba el tierno y dulce corazón de una niña  que apenas estaba aprendiendo a hablar diciéndole: repita con migo, "mi papa es un homosexual", pero con las palabras vulgares y sucias que se usan en el lenguaje vernáculo o coloquial, que por supuesto no se pueden repetir literalmente. Nos podemos imaginar la imagen grotesca y degenerada que está dando forma en los sentimientos  de seres que no saben diferenciar entre el bien y el mal, con este tipo de manipulación, que lleva como fin destruir cualquier recuerdo positivo de alguno de sus padres, para ganar el favor y el apoyo incondicional del infante, seguramente que muchos creen que le hacen daño y perjuicio al antiguo consorte, sin tener en cuenta que al que están destruyendo es al propio hijo y que él, es el que llevara las huellas y cicatrices imborrables de todas las batallas y combates en su alma, que libraron sus progenitores y de los cuales fue espectador obligado de primera línea y que posteriormente estos se manifestaran como los traumas que nunca le dejaran ser feliz, pero que continuando la cadena , producirá infelicidad a raudales a todo el que se encuentre en su camino intimo y cercano.


Los hijos son la herencia divina y no son de nuestra propiedad y son dados como tesoros que tenemos que guardar y preservar celosamente, pero un día tendremos que dar cuenta a quien nos confió esa tarea y ojala salgamos aprobados y no reprobados.

Por el pastor: Fernando  Zuleta V.







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