¿Cuántas
veces hemos sido víctimas inocentes de las promesas? ¿Qué condición especialísima
nos hace creer en ellas? Tal vez las preguntas no tengan respuestas precisas,
lo que si tenemos claro es que tenemos propensión a aceptarlas, a recibirlas y
a esperarlas. ¿Qué es una promesa? Es el compromiso de hacer algo requerido u
ofrecido en un tiempo determinado parta el beneficio de otros y generalmente
siempre está supeditado a la obtención de una exigencia del promesero a los que
oyen la oferta, como dice el dicho popular: no da puntada sin dedal.
Los
padres les hacen promesas a los hijos si se comportan bien, si aprueban los
años de estudio, si sacan tal o cual promedio, si abandonan alguna manía y por
innumerables razones, la cuestión es que en este sentido se parece mucho a un
trueque, tú me das esto, yo te doy aquello, son como una especie de intercambio
y no existe promesa sin demanda, esa es la causa principal por la que no se
puede exigir el cumplimiento de ellas por parte de los que las hacen, si los
que la esperan no cumplen su parte. En este sentido la promesa se invalida
cuando el que la espera no ha hecho lo que se le demandaba para poder cumplírsela.
Vemos claramente la puesta en marcha de la ley de la reciprocidad, donde cada
uno desempeña un rol fundamental en favor del otro y ambos se benefician, es lo
que los expertos en biología animal llaman mutualismo, cuando especies
diferentes interactúan beneficiándose mutuamente,
en los humanos se llama cooperación. Lo que queda diáfanamente demostrado es
que no hay posibilidad de sobrevivencia de ninguna forma de vida sin la interacción
de las demás.
Como
la interacción es cosa natural en los organismos vivos, cabe esperar que se
comporten atendiendo esa ley y de hecho todas las especies actúan obedeciéndola,
con la excepción por supuesto del único inteligente y capaz de modificar su
entorno: el impredecible ser humano. Sin embargo no puede desprenderse de lo
que forma parte integral de su ser, como la necesidad de la interdependencia,
porque el día que cometa ese exabrupto dejara de existir sobre la faz de la
tierra. Así es que obedeciendo esa ley natural no escrita en las legislaciones
terrenales, ni decretada por autoridades humanas, pero si estampada en la
conciencia y en cada célula que conforman su ser integral, por el Arquitecto
del Universo, es que creemos en las promesas por ser estas una manifestación evidente
de que nos necesitamos unos a otros para vivir con más comodidad y en mejores
condiciones sobre esta tierra.
Para
mí esa es la razón fundamental y principal por la que creemos en las promesas,
la causa por la que les prestamos oídos y el motivo especial por el que las
aceptamos, es una incuestionable necesidad inherente del homo sapiens, tú me
das yo te doy, por supuesto que hay intereses en este intercambio, pero
precisamente en eso se basa su existencia en lo inseparable que es de su
entorno (ecosistema) de su especie (interdependencia) y de su Creador (dependencia).
La diferencia en las promesas de los hombres y las de Dios, es que el hombre
promete y no cumple y Dios las cumple todas, por razones lógicas ¿en quién debes
confiar en el hombre o en Dios? pero como tú eres dueño de decidir ¡LA ELECCION
ES SOLO TUYA!
Por
el pastor: Fernando Zuleta V.
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