Es un término que sirve para identificar a quienes demuestran un interés genuino en ayudar a los demás, se amalgama con el que tiene la necesidad y no tiene en cuenta la diferencia de niveles o estructuras sociales o de cualquier otra naturaleza. Condescender es bajar al lugar que están los demás y aceptar sus limitaciones sin críticas o murmuraciones, pero no es solo esto, también implica hacer todo lo que esté al alcance para estimularlos al cambio que genere bienestar y los impulse a la superación. Ser condescendiente no es solo amoldarse o acomodarse al criterio ajeno, sino entender la posición y con persuasión sin manipulación sobrellevarlos con la sana intención de que se superen en lo que es necesario, cambien lo que no está bien y lo bueno sea llevado a la excelencia.
El condescendiente tiene la capacidad de tolerar, la fortaleza para esperar y la perseverancia par permanecer haciendo todo lo que se necesite para lograr cambios importantes y que generen frutos buenos en todos aquellos que se propone influenciar para el bienestar de ellos.
Condescender es bajar del sitial donde hemos estado y llegar a donde están los otros, siempre implica abandonar una posición más elevada que los demás, lo que surgiere por sus propias características una buena dosis de humildad. Nadie que no posea este ingrediente puede ser condescendiente.
La condescendencia muestra un interés real por el bienestar ajeno, nunca está determinada por motivaciones egoístas, sino por razones altruistas, que no es otra cosa que procurar el bien ajeno sin esperar nada a cambio, por lo cual no exige compensación, está libre de imposiciones, de gravámenes y de toda exigencia por el que la practica.
En términos gráficos lo explicaremos así: un hombre que vive en una urbanización de clase media conoce a otro fortuitamente en el mercado que vende verduras y este reside en uno de los tantos ranchos de latas y cartón en un terreno invadido, el verdulero es un hombre amable y de fácil trato, por lo que con el pasar del tiempo, se establece una relativa amistad, que se pone a prueba el día, que el ranchero no va al puesto en el mercado y eso angustia e incomodad a su cliente habitual, el cual pregunta a los demás por la razón de que no esté presente y entre opiniones y especulaciones, descubre que la verdadera causa de su ausencia fue que la quebrada que pasaba cerca de su morada done residía, tubo una crecida desmesurada y se llevo su rancho y los pocos enseres de que disponía, esto fue una trágica noticia y pensando en la condición en que se podía encontrar su proveedor, no tuvo sosiego ni se dio tregua hasta averiguar en donde vivía, cosa que jamás había sido de interés para él.
Consiguió un guía y se le apareció a su abastecedor de legumbres, para inquirir personalmente sobre su estado y el de su familia. El cuadro no era muy alentador, había improvisado en el cerro donde no había llegado la riada un tarantín con unas cuantas latas de zinc que logro arrebatarle a la corriente y allí permanecía con sus tres hijos entre tres y ocho años y con su esposa.
Lo convenció que se mudara para su casa, allí le habilito un cuarto, compartieron las damas la cocina y las familias los servicios, aparte de eso averiguo que también era un buen albañil, le dio trabajo en la ampliación de su casa y la mujer aprendió repostería, a los tres meses consiguieron una casa en la misma urbanización en alquiler, se mudaron y la amistad se hizo más estrecha entre las familias, con su profesión y la ayuda y consejos que recibió resulto en cambios positivos para todos, pero hubo uno que conocía la condescendencia y la puso en práctica.
Aunque esta historia es ejemplarizante, palidece con la de Cristo que abandono su trono de gloria y se hizo hombre, para entendernos y poder salvarnos. ¿Estarás de acuerdo con la condescendencia de Cristo? !Nunca encontraras otra mejor¡.
Por el pastor. Fernando Zuleta V.
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