lunes, 5 de marzo de 2012

EL ABUSO DE AUTORIDAD

                   

Ha sido un flagelo que permanece en el tiempo y la distancia, porque es una condición inherente de ser humano, producto de la imperfección, mientras haya hombres imperfectos habrá abuso de autoridad, es una debilidad que enseña la ruindad espiritual y la estreches intelectual del hombre, es un subproducto del orgullo, ya que es una manera de ejercer dominio bajo la coerción y todo lo que se haga bajo estas circunstancias implica altivez de ánimo

El abuso es una manifestación de dominio y generalmente se comete para demostrar que tenemos poder sobre los demás. Esto llega hasta los extremos de que las personas que son abusadas reiteradamente, se hagan dependientes de esa malformación y consciente o inconscientemente se vean en la necesidad de estar sometidos a esa aberración.

Esta práctica pervertida es reiterada y permanente debido a que los abusadores sobran y los abusados lo permiten, este medio detestable de sometimiento es una clara demostración de la degradación espiritual del homo sapiens, todo abusador está demostrando la incapacidad de relacionamiento sano con otros, de manera que es una flaqueza de carácter, generalmente cuando se le pregunta al abusador ¿Por qué haces esto? La respuesta que siempre da y con algunas variantes pero que significan lo mismo es: ¡porque puedo!.

Todo está supeditado al poder, nunca a la autoridad, ya que esta última se ejerce con legitimidad y en el estricto marco de la razón y no en el del poder. El abuso es carencia total de igualdad y reciprocidad, debido a que está reclamando superioridad sobre los demás a motu propio, sin tener en cuenta si pasa por encima de las reglas que rigen las buenas relaciones, en ese sentido el individuo actúa como un juez infalible, cuyas sentencias no tienen apelación porque considera que nadie está por encima de él y en conclusión el está por encima de todos.

Es lamentable que la conducta de los que tienen posición de liderazgo, en la mayoría de los casos sea inclinada al abuso, parece que cuando las personas llegan a un nivel de autoridad la confunden con el ejercicio del poder y al mezclar las dos cosas producen el fenómeno del abuso. Este hecho está acompañado invariablemente del orgullo en fuertes dosis que recibe el que está en eminencia, creyéndose la fatal mentira de que al tener subordinados, él puede decidir lo que quiera y los demás lo que tienen es que obedecer, porque él es el gran jefe, el mandamás, el cacique, el dueño o el amo y ante todo esta ristra de calificativos, se cree en la imperiosa necesidad de determinar a ultranza todas sus decisiones.

 El resultado de todo esto, no puede ser otro que el resquebrajamiento del buen relacionamiento, las heridas profundas en los sentimientos de los demás, el resentimiento in crescendo de los subalternos y finalmente el abandono forzado de todos aquellos que le seguían o lo admiraban.

Es un error garrafal creer que la posición de liderazgo nos da facultades para someter a los que están bajo autoridad a los caprichos y vaivenes que se nos antojen, creyendo que tenemos legitimidad al abusar de ellos, por el singular hecho de que soy el jefe, la puesta en práctica de la enseñanza mas autoritativa que tiene la Palabra de Dios sobre el liderazgo, declarada por el Dueño y Señor de todas las cosas, nos librara del terrible lastre del abuso: aprended de mi que soy manso y humilde de corazón.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.

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