Siempre ha sido un problema de los seres humanos, parece que en algunos casos tuviera que ver con provisión para el futuro, pero en realidad es una desmedida tendencia a la avaricia, por cuanto el que sufre de este lamentable mal, espera tener guardado un producto hasta que por las contracciones del mercado escaseé o se acabe su distribución normal y de esa manera venderlo a precios exorbitantes para obtener el máximo posible de lucro.
En este sentido el acaparamiento solo se limita a rublos económicos y posiblemente es el menos nocivo, porque hay otra forma de acaparamiento que indudablemente hacen más daño a la humanidad que el anterior.
Todos los seres humanos tenemos el privilegio de tener conocimiento, pero de una manera generalizada ese conocimiento si, se trasmite, no se hace total, sino que mayormente es en pequeñas dosis; de una forma más amplia de la que creemos, muchas personas consideran una cuestión de honor llevarse a la morada de los muertos sus conocimientos y secretos, muriendo sin dejar un legado para nadie, porque a lo mejor son seguidores de los pensamientos del tristemente célebre Luis XV, que con la frase " después de mi el diluvio", sintetizo el desafuero con que vivió y el desprecio por la humanidad, la falta de sentido común y una fatal despreocupación por sus responsabilidades.
Esto por supuesto hace más difícil conseguir desentrañar misterios o sacar a la luz las cosas ocultas que beneficien a la humanidad, esa tendencia perniciosa de no compartir lo que sabemos, es por la propensión malsana de no saber intercambiar con los demás las bendiciones que hemos recibido del Creador gratuitamente y la inclinación pervertida de oponernos a sus mandatos, cuando en uno de ellos el ordena: dad de gracia lo que de gracia recibisteis.
Al pensar en esto caemos en cuenta que todo absolutamente todo lo que somos o tenemos lo hemos recibido gratuitamente, por lo cual estamos en la obligación de darlo de la misma manera y con el mismo desprendimiento que tuvo el que nos proveyó de gracia sobre gracia. La falta de relacionamiento con Hacedor de todas las cosas, nos limita tan drásticamente que a todo le ponemos precio y cuando no recibimos la compensación monetaria preferimos ocultar los conocimientos, impidiendo que nuestros coterráneos disfruten de la bendición personal que en su misericordia nos otorgo el Creador.
Estoy convencido de que las circunstancias cambiarían radicalmente en el mundo si dejáramos a un lado el pestilente egoísmo y la confianza no la pusiéramos en el dios dinero, dando honra al Dios Supremo obedeciendo el precepto de dar a los demás, en lo cual no hay límites de cantidades, ni de ninguna índole.
El hombre está desaprovechando todo su potencial, por pretender el aislamiento y la soledad como fórmula para obtener la consecución de objetivos, todo saldrá mejor con el concurso y aporte de los talentos y dones de todos, porque cada uno tendrá exclusivamente ideas y pensamientos que no son de nadie más y que aportándolos pueden concatenarse con otros y solucionar enigmas que de otra manera jamás se aclararían. Pero finalmente es con el dador de la vida con quien es absolutamente indispensable tener comunicación y relación permanente, para tener nítido el panorama y despejado el horizonte, pues el declara contundentemente: sin mi nada podéis hacer.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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