domingo, 11 de marzo de 2012

EL SUFRIMIENTO


 
                                      

El sufrimiento aunque inevitable no es algo  que se resigne a tener quien lo padece, una persona sicológicamente sana, no buscara sufrir, siempre y cuando esa sea una elección libre, digo libre porque a veces las circunstancias pueden llevarnos a elegir sufrir por otros, teniendo en cuenta que sufrir por los demás no es una decisión libre sino fortuita y no depende del individuo sino exclusivamente de las situaciones que se presentan.

¿Quien elige las enfermedades? ¿El dolor? ¿Vivir en precarias condiciones económicas? Y una gran variedad de situaciones que producen sufrimiento, tanto físico como moral, pero en su mayoría no podemos obviar, ni evitar.

Soy de los que creo, muy a mi pesar, que el sufrimiento nos permite recordarnos de quiénes somos y en cierta medida sirve de ayuda para que no nos olvidemos de lo vulnerables que somos y de la necesidad que tenemos de identificarnos con los demás.

El sufrimiento nunca estuvo en el pensamiento de Dios, sino que es una consecuencia directa del pecado, el hombre elige desobedecer habiendo sido prevenido por su Creador y ese es el resultado fatal de su propia decisión errada.

Veámoslo en términos prácticos, en una fría y lluviosa mañana la madre le dice al hijo: espera a que escampe, porque has tenido gripe toda la semana y una mojada a estas horas sabiendo que pasaras todo el dio en el colegio y con la ropa húmeda, puede derivar en una pulmonía, por lo menos llévate el impermeable y un suéter para que te abrigue, a regaña dientes se lleva el sobretodo, después en el camino se deshace de el, resultado es que se empapa hasta los huesos, pasa con la ropa mojada hasta que el calor del cuerpo se la seca, cuando llega a casa viene con los síntomas de bronconeumonía, habla como cuando un pollo está empezando a cantar, con tos persistente y temperatura alta a demás del malestar general, hay que llevarlo a emergencias al hospital y como de costumbre no hay internista, hay que trasladarlo a una clínica privada, después del reconocimiento médico, la evaluación, receta y un gasto alto en medicamentos, pasa una mala noche y no deja dormir a nadie, la recuperación viene a medias después de seis días, que es cuando puede seguir yendo al colegio. ¿Qué consecuencias trajo la desobediencia del cabezón? Entre las que por el momento se pueden evaluar están: un hueco imprevisto en el presupuesto familiar_ una semana de dificultades extras para todos_ cinco días sin asistencia a clases_ un agotamiento físico a los padres porque no pudieron descansar por atenderlo a él_ tuvo que redoblar los esfuerzos las siguientes semanas para ponerse al día en el colegio_ quedo vulnerable a las enfermedades bronquiales y hasta el momento no se sabe de todas las secuelas que se puedan derivar. ¿Fue Dios quien lo enfermo? ¿Fueron los padres los causantes? ¿La mala suerte o la pava siriaca? Ninguno de las anteriores, simplemente su desobediencia, eso trajo un sufrimiento que no estaba programado, no solo para el, sino que involucro a otros que no tenían nada que ver con el asunto.

No es necesario buscar el sufrimiento, el se presenta solo sin ser invitado a la fiesta, pero en muchos casos nosotros le enviamos tarjeta de invitación con nuestras actitudes y acciones y lo peor es que no solo nos afecta personalmente sino que también lo hará con los que están más cercanos a nosotros.

De todo este asunto podemos concluir:
El sufrimiento es inevitable.
No es necesario buscarlo.
Dios no es el que lo produce, solo lo permite.
Sirve para ayudarnos a entendernos y entender a otros.
Nos prepara para enfrentar las dificultades.
Nos hace más sensibles ante el drama del dolor ajeno.
El sufrimiento nos acerca más a nuestros semejantes.
Nos hace depender más de Dios y de su gracia.
Mayormente somos los causantes directos de el.
Nos hace madurar y crecer espiritualmente. Finalmente solo Dios puede usar un mal para hacer bien, porque establece en su Palabra: a los que aman a Dios, todas las cosas le sirven para bien. Y esa es una de esas cosas.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.


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