martes, 20 de marzo de 2012

EL TRABAJO

                                     
 


El trabajo lo he visto desde el punto de vista de mi abuelo materno, el decía: el trabajo es una oración, cada vez que comenzamos a trabajar estamos orando a Dios y esto siempre me reconforto en las tareas difíciles, este concepto me ha animado cada vez que las labores cotidianas se hacían penosas, ya sea que sean en  realidad difíciles o que por lo prolongado de la jornada, el cansancio se haga presente y se conviertan en arduas y duras.

La dificultad para trabajar viene del pésimo e infeliz concepto de que el trabajo lo hizo Dios como castigo, cuando en realidad fue establecido inmediatamente que el hombre apareció sobre la tierra, cuando estaba en completa armonía y su vida era libre del pecado y sus nefastas consecuencias, es una forma de exteriorizar la semejanza con El Creador, El Señor Jesucristo es el más vivido ejemplo de ello, cuando sano al paralitico de Betesda, por ser día sábado, esto ocasiono un dilema tan dramático en los religiosos de su tiempo que lo perseguían para matarlo y al ser inquirido por ellos su respuesta fue categórica e inapelable: Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo.

El trabajo es una de las tantas bendiciones que recibimos del Señor del universo, que como todo buen regalo procede de arriba del Padre de la luz y se establece para que por medio de el participemos activamente en crear con Dios, este es un privilegio sencillamente colosal, el no entenderlo, dejando a un lado el que le da el carácter de beneficioso y especial, ha traído las consecuencias funestas que estamos cosechando, porque el que siembra vientos recoge tempestades.

El hombre trabaja dura y penosamente, mayormente sin el deseo de obedecer un mandato de su Creador, sino con el de hacerse un nombre, obtener reconocimiento, alcanzar elogios y conseguir medios de vida suntuosos para agasajar la vanidad. Vemos a las personas dedicar cantidades de horas diarias al trabajo, porque quieren dinero abundante para gastarlo en cosas superfluas, pero bajo ningún concepto lo hacen para agradar a quien les da el trabajo y los bendice con el.

El trabajo es una bendición, pero en sus delirios y alucinantes desviaciones, lo seres humanos lo han trastocado y convertido en una maldición, porque le han quitado el sentido al independizarse del que lo dio y se alejaron de Él, desproveyéndolo de la espiritualidad y lo convirtieron en una acción penosa y dramática. De hecho todo lo que el hombre hace independientemente de su Creador, aunque aparentemente es de beneficio para los demás, vemos que con el correr del tiempo que se transforma en una arma destructiva para sí mismo. Todo porque no trabajaron en equipo con su Señor y nada de lo que hagamos independientemente de Dios tendrá valor real para la humanidad.

El siglo de las luces trajo aparejado el auge económico y la revolución industrial, ufanamente se creyó que el hombre era el amo del universo y las maquinas y las invenciones humanas dejaron fuera de todo concurso a Dios y para mayor desgracia del hombre se sigue practicando el humanismo a gran escala, como la doctrina fundamental de la humanidad, ahora el hombre se cree dios, que fanfarronería y falta de realismo y humildad, ¿Cuál ha sido el resultado? Un mundo desarticulado, desequilibrado, una naturaleza impredecible, que cada día entendemos menos, porque aunque recibió la orden explicita de su Creador de someterla y dominarla, la fatal determinación de no estar en una buena relación con El, ha hecho que se revele contra cualquier mecanismo que el hombre crea para tratar de sujetarla y someterla, como estaba estipulado por Dios. 


Nunca trabajes para satisfacer los apetitos insaciables del alma, trabaja para honrar a tu Creador, mantenlo como tu socio y así serás bendecido y serás de bendición.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.

  





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