Se marchó, fui inútil suplicar
ni el llanto
que quemaba
rodando por
la mejillas
como la
roca ígnea
salida del
cráter del volcán
ni las
marcas delatoras
de dolor
inmisericorde
dibujado en
la faz del rostro
hicieron el magno
milagro
de impedir
el viaje fortuito
la angustia
estaba reflejada
en cada
espacio del semblante
todo eran
miradas perdidas
solo las muecas de terror
daban
muestra de existir
ellas eran
el reflejo autentico
del
padecimiento humano
nada decían
que fuera audible
no hacían
falta palabras
cuando el
dolor es intolerable
las quejas
no tienen voz
no existe la
fuerza para gritar
el alma gime
dentro del ser
sus cuitas y
quebrantos
no son
audibles en el exterior
solo en lo
interno y profundo
donde
no llega el inquisidor
y está
vedado al delator
se escucha
sus lamentos
se sienten
sus quebrantos
solo el que
padece el dolor
conoce el
sufrimiento del alma
y la
intensidad de su tragedia
nadie está
en capacidad
de medir el
dolor ajeno
ese no está
en el cuerpo
esta en el
alma y el espíritu
allí no hay
susceptibilidad
todo está interno en la psiquis
única de cada individuo
imposible de
compartir
imposible de
explicar
de poder tan
devastador
que aniquila
y destruye
el
pensamiento, el espíritu
y toda
capacidad de resistir
no es el
cuerpo el que sufre
sino el alma
que muere
de insondable
tristeza
en su abismal aflicción.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo
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