Las nubes viajeras
incansables,
sus rutas se
las traza el viento,
se
convierten en la cresta de las olas,
en corona de
las cimas montañosas,
en tupida
barrera del firmamento,
cuando se
prestan a enviar la lluvia,
para hacer
prevalecer la vida,
bajo sus
ondulantes formas,
no imitan
modelo alguno,
ellas se
hacen sin patrones a seguir,
cambian su
singular apariencia,
a veces en sombría
imagen,
variando su gradación de tonos,
de blanquecino
a gris plateado,
ha acentuado
negro metalizado,
anunciado
tormenta amenazante,
por la pugna
en el control del aire,
de quien envía
con mas fuerza,
el vital líquido
que vivifica la tierra,
haciéndola
florecer en su esplendor,
toda vida
existente en el globo,
se deshacen
entregando su existencia,
pelean con
severidad y pasión,
las poderosas
batallas en el cosmos,
produciendo
en su espectacular combate,
los
portentosos y sinuosos rayos,
manifestación
de sus grandes ansias,
de
convertirse en gotas de lluvia salvifica,
para la vida
de cada criatura viviente.
sin importar que al derramar la bendición,
su existencia
se acabe por completo,
porque cumplieron
con creses,
su itinerante
y formidable recorrido,
se vaciaron
de su componente vital,
desaparecieron
en el plomizo horizonte,
no dejaron
huellas en el firmamento,
pero hicieron
continuar la vida en la tierra,
porque su misión
no era vivir, sino morir,
para que
otros disfrutaran su existencia.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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