Cuando la
vi quede sorprendido
Se veía
delgada, de facciones finas
Su
silueta emulaba la fragilidad
Bella como
un ángel sin alas
De hermosura
serena y dulce
Emanaba
quietud y paz
Sus poros
exudaban aromas
Recordando los campos floridos
En el clímax
del tórrido verano
Parecía una
musa del parnaso
Ella encarnaba
la verdad neta
Aquellas la mitología
clásica
Esa es la diferencia notoria
Entre el
idealismo humano
Y la
vivencia en su pura realidad
Ese recuerdo
nunca se ha borrado
Han pasado
las lunas llenas
La tierra ha
girado muchas veces
Alrededor del
gran astro sideral
El invierno
ha venido y se han ido
El verano ha
repetido sus ciclos
Las tormentas huracanadas
Han cumplido
su periplo
En su vaivén
las olas marinas
Han echo su recorrido sin parar
De uno al otro
costado del mar
Pero el amor
que surgió aquel día
No ha tenido
la mínima variación
El verdadero amor no se extingue
Esa llama no
lo alimenta el oxigeno
Que termina devorado
por el tiempo
La alimenta el espíritu y el alma
Que viven
por toda la eternidad.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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