Ver a
alguien sufrir por la pérdida del ser querido es triste
mirar las
lágrimas correr por la ausencia del amado es doloroso
estar donde
la tragedia ha llegado y se ha instalado es trágico
ser testigo
de la despedida a los muertos, es infortunado
vivir el
drama familiar de la falta de alimento
es amargo
oír a los políticos
negando la realidad de la miseria es siniestro
estar conforme con la limosna del gobierno es
penoso
defender
esta absurda dirigencia estatal es infausto
estar de
acuerdo con una alienada oposición es nefando
esperar que
el tiempo de la salida a la crisis es funesto
permanecer impávidos
ante el desastre nacional es desdichado
ver a las familias escapar por sus vidas del país es
terrible
observar la
falta de sensatez del gobierno es desgraciado
saber que la
patria se cae a pedazos sin hacer nada es horripilante
entender que
estamos a la merced ineptos es macabro
comprender
que los políticos son solo oportunistas es calamitoso
aunque
imitemos a Diógenes y con una lámpara encendida y
busquemos un
hombre honrado creo que perdemos el tiempo
se ha
corrompido la sociedad hasta los extremos de no confiar en nadie
No hay un
estamento que haga vida nacional en el cual podamos poner la esperanza. Aquí se
dejó por el afán de enriquecimiento ilícito, tomar la fuerza de los tsunamis al
cáncer de la corrupción y este extendió sus pavorosos tentáculos en todas las
latitudes y ahora ha hecho metástasis y llenando todo del hedor que despide lo
putrefacto, este estado mefítico de la sociedad terminara arrastrando por el tobogán
de la miseria y la indigencia al bravo pueblo venezolano.
Veo solo dos salidas
a esta temible debacle: una revolución cruenta que cercene de raíz a todos los que
hicieron y permitieron esta catástrofe o una rectificación en el camino de todo
el pueblo buscando a Dios y apartándose de todo pecado y maldad, aunque de la
primera no estoy seguro que de buen resultado.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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