El gemido persistente se escucha en todos los ámbitos de la
sociedad y en todos los recintos humanos, la desesperanza invade los sentidos y
atiborra de negros presagios las mentes ofuscadas de los individuos impotentes
ante la situación depauperada que vivimos.
No se avizora una salida que cambie el panorama difuso y
melancólico del paisaje extraído de la divina comedia, que con líneas dantescas
dibuja escabrosas figuras de los condenados a vivir los horrores del tomento en
el infierno despiadado en que estamos
sin haber recibido la condena por la justicia divina. Ni Guernica aquella
pintura maestra que resumiendo en un cuadro
surrealista el horror de aquella hora aciaga del pueblo español, se
acerca a la realidad fatal del momento venezolano.
Somos el resumen del oprobio y insensatez de políticos sin
visión y carentes del mínimo respecto a las personas, que solo usan a los
castrados mentales como comparsas para permanecer llevando por las calles de la
amargura a la procesión que conduce al abismo producido por las desastrosas
formas de concebir y gobernar a los pueblos.
Somos el resultado de la barbarie personificada en individuos
que se han puesto por encima de los puebles necesitados para satisfacer su egocentrismo,
sin tener en cuenta que su permanencia en el poder es condenar al atroz
sufrimiento a millones de personas que reciben el impacto directo de su
patología megalómana.
Los psicópatas tienen en el terror el combustible que los impulsa a perpetrar
las más horrendas prácticas a sus
víctimas y son insaciables en la búsqueda de métodos antinaturales que
produzcan la mayor suma de infelicidad posible a los que tienen la desgracia de
estar en su círculo de influencia perniciosa y desquiciante.
Hemos recibido como herencia nefasta de los que osaron
ponerse por encima del Todopoderoso las fatales consecuencias de su
endiosamiento, unos porque siguieron en su desvarío a los que propulsaron el
culto a la personalidad y otros porque aceptaron mansamente semejante desatino,
en ambos casos somos culpables, porque tanto el violador de la ley, como el que
se complace con ello ambos son culpables.
Un ciego no podrá ser guía de otro ciego porque ambos caerán
en el mismo hueco. Aquí estamos ciegos y guiados por ciegos ¿Cuál será el
resultado? Saque sus propias conclusiones.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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