Las huellas
son la marca de lo que has hecho y el sello de las realizaciones.
Es que no hacer nada por temor al fracaso, ya es
un fracasado, cuando se tiene esta posición, siempre estaremos caminando por
terrenos estériles, llenando la ruta de disculpas para mantener la inercia y ser improductivos.
Muchos argüirán
que correr riesgos no es de sabios, pero se olvidan que solo los osados pueden alterar
el rumbo de los acontecimientos, nadie que no esté dispuesto a desafiar las
corrientes que le son contrarias, es capaz de conseguir el viento favorable que
lo impulse a llegar al puerto.
Un mundo de
conformistas, es un que no tiene superación y jamás disfrutara de encontrar vías
nuevas al desarrollo y los cambios
beneficiosos para la humanidad.
El que no
intenta hacer las cosas distintas por temor a equivocarse, no ha entendido que
los grandes éxitos han surgido de las equivocaciones y que la diferencia es que
se aprendió del error, se corrigió y se intentó de nuevo hasta que se logró el
objetivo.
No todas las
ideas que realizamos en la práctica dan los resultados esperados, muchas tienen
que pasar por el cedazo hasta que quede la
esencia y de allí es que surgen las buenas ejecuciones.
La pasividad
ha sido el enemigo letal de las conquistas, porque es una forma de desinterés
que trae la apatía y termina por echar en el recipiente de los desechos las
ideas sin que salgan a la luz, mueren antes de nacer, es de imaginarnos que el
cementerio de las ideas sin nacer es mayor, que el que se ha construido con las
que se han sido asesinadas.
No se puede
saber que da resultados hasta que no se lleve a la práctica lo ideado, porque
las ideas sin concreción, seguirán siendo teorías y la teoría es una verdad sin
comprobar. ¡Tremenda maraña!
Por el
pastor: Fernando Zuleta V.
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