Los sueños de grandeza sin respectar los límites que impone la cordura
pueden derivar en la más espantosa pesadilla, sobre todo si llevan implícito el
anhelo desbordado de adquirir el reconocimiento y la fama y la obtención del
poder discrecional y omnímodo.
En estos tiempos contemporáneos han traído al ritmo del modernismo el fatal
virus del aparentismo, que en términos psicológicos es la necesidad de sobre salir y de llamar la atención de los
congéneres. Al parecer hay una desmedida carencia de satisfacción interior que
se manifiesta en lo exterior haciendo cosas anormales que llamen la atención y
den reconocimiento tácito.
Hace algunos años causo furor el estilo espontaneo de aprovechar los
espectáculos masivos en los grandes
estadios y lanzarse al medio de ellos interrumpiendo su desarrollo y muchos lo
hacían desnudos para causar mayor impacto. Ante este agregado inesperado del pasatiempo
las cámaras seguían toda la consabida secuencia y el individuo se daba un baño
de popularidad gratis y a gran escala. Intuyeron los psicólogos que esto sucedía
solo para llamar la atención y se prohibió enfocar y mostrar en señal abierta a
los tele-videntes esta clase de sucesos y el resultado fue más que halagador,
porque casi nunca se volvió a repetir.
La falta de satisfacción interior
tiende a revertirse con hechos protagónicos que dependiendo de cada individuo
adquiere ribetes particulares, porque cada ego exige ser alimentado en la
proporción de su envergadura y algunos
jamás tendrán limites en sus pretensiones.
Lidiar con la fama, el dinero o el poder en abundancia para muchos se
convierte en una obsesión que al final rompe el dique entre la cordura y la
locura, como en el caso emblemático de Johnny Weissmuller que en las películas encarno
al mítico tarzan, y el personaje acabo
apoderándose de su razón haciéndole creer que la representación figurativa que hizo tantas veces era realidad.
Por otro lado la apetencia desbordada de reconocimiento encierra en una
burbuja de ficción a quien ha traspasado su equilibrio natural, empujándolo a
hacer lo permitido y no permitido, lo
lógico y lo ilógico, lo legal y lo ilegal, llevándolo al peligroso mundo del
bipolarismo donde no pude diferenciar lo real de lo irreal. Se manifiestan dos
polos opuestos en una misma personalidad y la pregunta es simple ¿saldrá algo
bueno de esta mezcolanza? (preguntemos al indio, el reparador de radiadores
de Ocumare del Tuy, que fue quien me enseño la palabreja).
Los sueños se deben perseguir y cumplir, pero hay que diferenciarlos del
delirio de grandeza, el sueño es una visión de lo que se quiere hacer y alcanzar y
el delirio es una obsesión por obtener lo imposible, lo primero es un ejercicio
permanente de la razón, y la mente tiene el control, lo segundo es una acción
impulsiva de ideas manipuladas por las pasiones desbordadas que estimulan los
sentimientos y controla el corazón.
Sueña pero cuídate de las pesadillas.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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