Según Descartes, porque
existimos, su postulado mayor fue: pienso luego existo. Este pensamiento para
muchos filosófico, tiene mucho más de
teológico que de otra índole, porque los únicos que tienen el privilegio de
pensar y razonar son los seres humanos, por la extraordinaria condición de ser
hechos a imagen y semejanza del Creador.
Esta mañana observando mi gato,
mendigándome cariño, restregándose contra mí y maullando alrededor como medio
insidioso para forzarme a que le prestara atención, me hice la pregunta ¿este
gato pensara? Y también me di la
respuesta: si pensara estaría organizado con los demás de su especie y lo menos
que tendríamos seria un sindicato de gatos, para reclamar sus derechos gatunos.
Así es que descarte esa posibilidad de plano.
Ahora bien los gatos no piensan,
pero a nadie se le ocurriría negar su existencia por no tener ese privilegio,
de manera que pensar o no pensar, para
mí no es sinónimo de existencia humana o terrenal, sino la manifestación
tangible de la existencia de Dios, quien es quien otorga semejante don.
Pensar es la capacidad de
desarrollar ideas que tengan sentido y direccionamiento, aunque carezcan de
buena intencionalidad, no está restringido el pensar bien o mal, se pude pensar
lo que se quiera, pero es indudable que lo que piensas, eso es lo que eres.
Volviendo al gato, el nunca será
más que un gato, porque al no poder pensar está condicionado y terriblemente
limitado, el no es bueno ni malo y todo lo que hace está sujeto a sus sentidos
y siempre actuara obedeciendo estrictamente
al elaborado programa instaurado por su Creador.
A no ser que lo que quiso decir
Descartes fue: pienso luego existe Dios, disiento de su máxima, porque en
realidad nada está sujeto a pensar para
existir, pero el ser humano como tal, puede pensar porque Dios existe y de El
recibió esa maravillosa dádiva.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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