domingo, 21 de diciembre de 2014

HACE FALTA COMPARTIR.



Tratando siempre de concertar para hacer la vida  llevadera nos conseguimos con situaciones inéditas todos los días y nos damos cuenta de lo difícil que resulta una relación que engrane y sea consecuente y mutua.

En las relaciones es imposible la avenencia y la reciprocidad si los que intervienen no están dispuestos a ceder en sus concepciones e ideas, por supuesto que no se trata de hipotecar la personalidad para aportar más de lo que se tiene en aras de la marcha de la comprensión, sino de saber cuál es el límite  hasta donde se puede llegar sin lesionar la individualidad.

Comprender a los demás se constituye en un verdadera ciencia  cuando penetramos las capas superpuestas de aislantes que se han utilizado durante todo el transito terrenal para cubrir carencias o situaciones no pocas veces degradantes, que por temor o por miedo a que otros conozcan ese mundo dramático y real pero oculto a todos y que solo compartimos con nuestro fuero interior.

Es muy difícil que otro desnude su alma y abra las puertas de los aposentos internos para que podamos conocer todo lo que se ha guardado con celo extremo a los fisgones, que solo quieren saber lo secreto para divulgarlo a los cuatro vientos.

ACNEDOTA: en una reunión entre vecinos tocaron el tema de la problemática que causa el desconocimiento del origen de los acontecimientos y la dificultad que resulta para comprender tales situaciones sin disponer de toda la información necesaria y uno de ellos se le ocurrió que debían conocerse mejor y propuso que cada uno contara sus debilidades y flaquezas, se pusieron de acuerdo y el ponente de la idea comenzó enumerando todo lo que guardaba y al final remato confesando que su  falla gravísima era ser  un  mujeriego empedernido. El segundo mostró con pelos y señales su lado oculto y remato tildando de su mayor defecto de ser un pérfido voyerista, el tercero contó todas sus manías, señalando que lo peor consistía en ser un aficionado incorregible a las orgias, así concluyo la ronda hasta llegar al último que también había fungido como secretario tomando nota de todas y cada una de las intervenciones y después al finalizada su intervención declaro que su más temible defecto consistía en que no podía guardan secretos y que todo lo sabía de otros lo hacía de público conocimiento.

Ese es el gran temor que entraña hablar a otros de las flaquezas personales, los que son incapaces de guardar secretos de inmediato lo publicaran por las redes sociales y hasta el gato se enterara porque no se dio carne en el almuerzo.

Es indudable que no se puede contar todo lo que somos, ni guardar en secreto todo, ni compartirlo con todos, hay que ser selectivos tanto para escoger con quien compartir y saber que se puede compartir, porque no es sano ni espiritual, ni físicamente mantener en una olla de presión todas aquellas cosas que nos causan angustia y frustración, tiene que haber una válvula de escape para que no terminemos explotando, cuando se han superado los límites de resistir la opresión causada por todas aquellas cosas que internamente hierven y acumulan gases mortíferos como los volcanes antes de hacer erupción.

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. (Stg. 5.16) más claridad del asunto no lo conseguirá en ninguna otra parte y menos con tan pocas y certeras palabras.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.


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