La prisión
más grande es la que imponen las bajas pasiones, porque sus barrotes no son
físicos sino espirituales, las cárceles más crueles no tienen nada que ver con
celdas hechas de concreto armado de la máxima dureza y de fuerte resistencia,
sino con los sentimientos corroídos por el odio y sumergidos en las
profundidades del rencor y tapizados `por la inextinguible sed de venganza,
quienes no pueden sobreponerse al dolor causado por la injusticia, no están
aptos para vivir en la paz que otorga el perdón.
Todos
tenemos sentimientos, estos son diversos y nacen por causas diferentes, pero no
es usando la razón que los convertiremos en aliados y los usaremos para
beneficio personal y colectivo, sino sometiéndolos al escrutinio del amor y el
perdón. El perdón no produce el amor; es el amor el que produce el perdón,
nadie podrá perdonar si no conoce el amor.
Las reacciones
son las respuestas a lo que sentimos,
nos hacen actuar movidos por estímulos,
como cerrar los ojos ante el peligro o quitar la mano cuando inesperadamente
tocamos algo caliente, en estos casos
son respuestas motoras que nos previenen
de males mayores, son mecanismos de supervivencia, que nos enseñan la sabiduría
extraordinaria de quien nos diseño y creo y cuando se trata de poner en
práctica su ejecutoria, no hay que pensar, planificar o pedir permiso, simplemente
respondemos de inmediato, pero esto es solo en la parte física y nada tiene que
ver con la espiritual. La reacción física es un condicionamiento para evitarnos
males mayores y en ella están involucrados todos los sentidos, de manera que
todo es externo, difiriendo con bastante
amplitud de lo espiritual que es interno
y no tiene absolutamente que ver con los sentimientos, sino con lo que creemos
y en respuesta a esa creencia actuamos obedeciendo sus reglas y preceptos y no por
reflejos motores para la supervivencia en el plano natural y terrenal, sino
para disfrutar la libertad espiritual
aquí y en la eternidad.
Quien es
víctima de la ira, el odio o el resentimiento esta bajo el yugo mas opresor de
cuantos puedan existir, porque esta triada de bajas pasiones lo mantendrán en
una obscuridad total, impidiéndole caminar y al mismo tiempo convertirse en
escollo para otros. Estos sentimientos perversos anulan todo vestigio de
misericordia y alimentan el monstruo de la impiedad, haciendo de todos los que están
en sus garras, sean seres que solo destilan el mefítico y nauseabundo olor de las
llagas corrompidas por el resentimiento
y la falta de perdón, pero ocultas debajo del pesado fardo de la apariencia
externa de benignidad y compasión.
No habrá libertad
completa si el espíritu esta en prisiones de odio, ira o resentimiento, la libertad no es simple y
llanamente vivir fuera de cárceles o reclusorios físicos, sino disfrutar con
amplitud de la capacidad de perdonar las ofensas y olvidar los agravios, un hombre
libre no tiene resentimientos y es capaz de perdonar sin condiciones ni limitaciones,
¡esa es la verdadera libertad!
Por el pastor:
Fernando Zuleta V.
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