martes, 9 de diciembre de 2014

LA PRISIÓN





La prisión más grande es la que imponen las bajas pasiones, porque sus barrotes no son físicos sino espirituales, las cárceles más crueles no tienen nada que ver con celdas hechas de concreto armado de la máxima dureza y de fuerte resistencia, sino con los sentimientos corroídos por el odio y sumergidos en las profundidades del rencor y tapizados `por la inextinguible sed de venganza, quienes no pueden sobreponerse al dolor causado por la injusticia, no están aptos para vivir en la paz que otorga el perdón.

Todos tenemos sentimientos, estos son diversos y nacen por causas diferentes, pero no es usando la razón que los convertiremos en aliados y los usaremos para beneficio personal y colectivo, sino sometiéndolos al escrutinio del amor y el perdón. El perdón no produce el amor; es el amor el que produce el perdón, nadie podrá perdonar si no conoce el amor.

Las reacciones son las respuestas  a lo que sentimos, nos hacen actuar movidos  por estímulos, como cerrar los ojos ante el peligro o quitar la mano cuando inesperadamente tocamos  algo caliente, en estos casos son respuestas motoras  que nos previenen de males mayores, son mecanismos de supervivencia, que nos enseñan la sabiduría extraordinaria de quien nos diseño y creo y cuando se trata de poner en práctica su ejecutoria, no hay que pensar, planificar o pedir permiso, simplemente respondemos de inmediato, pero esto es solo en la parte física y nada tiene que ver con la espiritual. La reacción física es un condicionamiento para evitarnos males mayores y en ella están involucrados todos los sentidos, de manera que todo es externo,  difiriendo con bastante amplitud  de lo espiritual que es interno y no tiene absolutamente que ver con los sentimientos, sino con lo que creemos y en respuesta a esa creencia actuamos obedeciendo sus reglas y preceptos y no por reflejos motores para la supervivencia en el plano natural y terrenal, sino para disfrutar  la libertad espiritual aquí y en la eternidad.

Quien es víctima de la ira, el odio o el resentimiento esta bajo el yugo mas opresor de cuantos puedan existir, porque esta triada de bajas pasiones lo mantendrán en una obscuridad total, impidiéndole caminar y al mismo tiempo convertirse en escollo para otros. Estos sentimientos perversos anulan todo vestigio de misericordia y alimentan el monstruo de la impiedad, haciendo de todos los que están en sus garras, sean seres que solo destilan el mefítico y nauseabundo olor de las llagas  corrompidas por el resentimiento y la falta de perdón, pero ocultas debajo del pesado fardo de la apariencia externa de benignidad y compasión.

No habrá libertad completa si el espíritu esta en prisiones de odio, ira  o resentimiento, la libertad no es simple y llanamente vivir fuera de cárceles o reclusorios físicos, sino disfrutar con amplitud de la capacidad de perdonar las ofensas y olvidar los agravios, un hombre libre no tiene resentimientos y es capaz de perdonar sin condiciones ni limitaciones, ¡esa es la verdadera libertad!

Por el pastor: Fernando Zuleta V.







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