Se asegura que si queremos
cambiar el mundo debemos comenzar por cambiar individualmente, con seguridad
muy pocos lo hacen porque el mundo continua sin alteraciones visibles, esto por
supuesto evidencia la tendencia de seguir la rutina, porque de esa manera no arriesgamos
nada al no romper la matriz contemporánea en la cual fuimos moldeados.
Atreverse a cambiar de estilo, modo, ideas o concepciones implica un enfrentamiento contra parámetros establecidos
de vieja data y es bien conocido que todo lo viejo se niega a dar paso a lo nuevo.
El innovador tiene siempre tras
de sí a los detractores, que se caracterizan por invalidar, menospreciar y
desechar todo aquello que no pueden entender o con simplista presuposición no
consideran adecuado o no encaja con la estrechez de su mente.
Las personas que realizan cosas
nuevas escapan del grande conglomerado de lo rutinario y común y entran en el pequeño mundo de los
inconformes, porque se atrevieron a pasar por encima de lo convencional y
desafiaron la institucionalización de las ideas, y cuando esto pasa se rompe
con la hegemonía y el monopolio de los paradigmas.
La frase no estoy tan joven para
cambiar ni tan viejo para dejar de hacer lo que estoy haciendo, se la oí a un
político hace muchos años y jamás se me olvido, porque enseña la clásica idea
de que debemos permanecer haciendo las mismas cosas hasta que la capacidad
mental o física lo permita, es evidencia
clara de indisposición al cambio y la tozudez manifiesta de permanecer indefinidamente en lo mismo.
Los cambios y transformaciones no
implican edad, sino que son el resultado de las necesidades del momento y de imponderables jamás presupuestados, un
individuo en la etapa de su vida que sea, y sufre la amputación de un miembro,
el necesita adaptarse con todas las implicaciones que este lamentable accidente
le ocasiono, a un nuevo estilo particular de existir, por lo cual tendrá que
ajustarse en lo sicológico, en lo físico, emocional y espiritual, si falla en
aceptar sus limitaciones y en encontrar la manera de vencer las deficiencias en
su vida normal, esta será un rosario de
lamentos, donde la auto-conmiseración lo llevara a estar amargado por el resto
de sus días y a engrosar la poca llamativa comunidad de los inútiles.
Si las cosas que hacemos no están
dando resultados, habrá que analizar las causas y si la conclusión es que no sirven, hay que cambiarlas aunque
parezcan buenas y no se juzgue su inoperancia, porque no podemos alinearnos con
lo inocuo por el simple hecho de que no producen ninguna alteración y si eso pasa
son nulas.
Si eres innovador y deseas
cambios en la rutina, nadie te la pondrá fácil, pero las cosas que han valido
la pena siempre han surgido de individuos de mente inquieta, que no están de
acuerdo como funcionan las cosas o quieren hacer rutas nuevas para llegar al puerto.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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