Se fue el
tiempo de las alegrías, se acabó la primavera,
llego la
época de la tristeza, apareció el crudo invierno
Todos
los que retozaban en completa seguridad,
viven con
angustia días negros de calamidad y dolor,
¿A dónde fue
a parar aquella época de esperanza?
¿Por qué fue
remplazado por una de trágica comedia?
los sueños están rotos y hechos pedazos en el
abismo,
inalcanzables
e imposibles de cristalizar, ¿Qué paso?
los disipo
el viento turbulento que vino de los
confines,
con soplo
poderoso convertido en huracán destructivo,
que azoto
con pavorosa fuerza todos los costados,
sin dejar en
pie resistencia alguna que lo detuviera,
sus bramidos
roncos anuncian destrucción masiva,
son premonitorios
de que nada inhiesto quedara,
arreciando
en cada oleada con su poderosa fuerza,
hasta dejar los
valles y las praderas como peña lisa.
Algunos huyeron
despavoridos de la poderosa tempestad,
se fueron y
escaparon de la tormenta desastrosa,
quedando los
que las fuerzas le flaquearon y cayeron,
siendo
presas indefensas de tan horrendo cataclismo.
Fueron hipnotizados
con palabras persuasivas vanas,
que prometían
un paraíso de felicidad inefable,
convertido en
dantesco infierno de dolor tiránico.
El tiempo no
es culpable, son las acciones de los hombres,
que lo hacen
bueno o lo convierten en tragedia intolerable.
No hemos
aprendido al deambular por esta travesía,
que las
promesas de los hombres son quimeras totales,
para alcanzar
las cimas donde el narcisismo es el estandarte,
y el egoísmo
el sello irrefutable del megalómano incurable.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo
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