El olvido no
me asusta, la tempestad no me aterra
la soledad
no me molesta, ni el silencio me perturba,
las
dificultades no me limitan, ni me impiden continuar,
los
problemas no me detienen, ni son el punto final.
Si no me
recuerdan, no me hacen ningún mal,
si rechazan
mi amistad, no es razón de lamentar,
ni por el olvido, la tempestad, la soledad o
el silencio,
se que estoy
hecho y capacitado para avanzar y
vencer,
aprendí que
no hay dificultad imposible de pasar,
que no
existe problema que no se pueda resolver,
me atemoriza la vida sin esperanza y sin
sueños por realizar,
tal vez esa
sea la más horripilante pesadilla que
vivimos,
porque se mató la esperanza y se anularon los
sueños,
se le quito
al pueblo la capacidad y fuerza para continuar,
quedamos la merced en manos de infames depredadores,
que no matan
el cuerpo, pero destruyen el ánimo,
y muerto no
es el que ha descendido al tétrico sepulcro,
es el que
vive todavía en cuerpo sin sueños y sin esperanza.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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