No me
refiero al gran filósofo griego, sino al perro callejero que un buen día
apareció por nuestros contornos y mis hijos amantes de los animales lo
invitaron a pernotar en la casa, lugar que en lo inmediato adopto como su vivienda,
de allí no volvió a irse, porque recibió aprecio, cuidado, alojamiento y comida
y como buen perro al fin muy agradecido.
Pero los
tiempos cambiaron, no solo para las personas sino también para las mascotas y
de los cuatro que de una u otra manera nos encargamos de su cuidado, quede solo
y por supuesto se desmejoro mucho la atención al noble can.
Para sobrevivir
me vi obligado a buscar en Caracas los medios para el sustento, pero dejar
encerrado al perro como mecanismo de protección, durante largos y a veces
varios días no me pareció lo mejor, así fue que con pena y tristeza tenía que
dejarlo en la calle, los vecinos que lo conocían lo cuidaban y le daban comida
y por más de un año solo venia en las noches a dormir.
Pero el
sábado pasado sucedió la tragedia y un auto conducido por energúmeno chófer lo
arrollo, no lo mato en el acto, pero lo dejo con una pata partida, hecha polvo
y varias escoriaciones en otros lados. Me di cuenta que su final estaba cerca,
hable en una veterinaria explicando lo pasado y la recomendación fue aplicarle
la eutanasia; no compartí la sugerencia con las dos mujeres que lo querían como
propio, conociendo sus sentimientos y afecto que le tenían.
Este martes
pasado me comunicaron que habían contactado a un veterinario conocido y que el miércoles
en la mañana estaría atendiendo la emergencia y así paso, allí estábamos en el
garaje, las dos benévolas mujeres, el médico veterinario y mi persona, el
veredicto no dio lugar a otras interpretaciones, con mucho tacto, enumero las
posibilidades, el alto costo de los
medicamentos y las escasa posibilidades de adquirirlos, la cantidad
elementos necesarios para intentar una
hipotética recuperación, su edad tampoco estaba a su favor, aunado a
que era necesario un cuidado permanente y diario al menos por tres meses, si teníamos los
medios económicos para costearlo y la disponibilidad para su atención.
El medico
añadió, el animal está sufriendo, cada uno de Uds., viéndolo también y
sin poder hacer lo que amerita el caso prolongar el sufrimiento de todos no es
la correcta decisión, de manera que la mejor solución es la eutanasia, no pudimos
hacer otra cosa que aceptar, les pidió a estas nobles mujeres que para que
fuera menos dramático el momento nos dejaran solos, conociendo sus sentimientos
al ver que lagrimas como lluvia inclemente salir por sus ojos, sin embargo
permanecieron hasta que se le aplico la inyección letal y luego abandonaron el
lugar compungidas y llorosas.
Al final salió
de la casa platón convertido en un fardo al ser metido en una bolsa negra,
inerte y sin vida, pero los cinco años que pasaste con nosotros alegrándonos la
vida nos hacen sentir que valió la pena darte refugio y haberte tenido como huésped.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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