miércoles, 10 de agosto de 2016

PAZ SIN PERDÓN NO EXISTE (continuación)



En la guerra no hay compasión, ni solidaridad con  el contrincante, sino que se recurre a toda forma de violencia para derrotar al enemigo y eso incluye la violación de todo principio vital de la existencia humana, lo que pasa es que todos los que están inmersos en la barbarie de la guerra se creen merecedores del éxito, sin importar los métodos para obtenerlo, ni las consecuencias a terceros.

Negociar la Paz es tener sentido común y ningún costo es tan alto como mantener la guerra, pero el peor enemigo de  la paz es el orgullo, porque quien no esté dispuesto a deponer actitudes y ceder a sus pretensiones siempre vivirá en guerra.

Mi niñez la pase en una aldea en las estribaciones de la cordillera occidental colombiana, alejado de la tecnología, sin vías carreteable,  sin energía eléctrica, sin acueducto, todo llevado a lomo de bestias por caminos de herradura peligrosos por su condición geográfica, pero más aún por las constantes acciones demenciales de hombres que decidieron que asesinando a contrarios en la política era la forma de mejorar la condición económica del pueblo colombiano. 

Vi con horror a los animales de carga usados con mucha frecuencia llevando los horrendos fardos de cadáveres de hombres vil y horriblemente ejecutados, por la razón más despreciable de todas: no ser del mismo talante político de sus verdugos. Verlos pasar con movimientos rítmicos, con sus manos moviéndose en sincronización macabra, ha sido una visión dantesca que nunca he podido borrar de mis recuerdos.

Saber que a fulano le tenían los días contados, solo por ser contrario en preferencias políticas, era cosa rutinaria, pues al poco tiempo la sentencia cruel y despiadada era ejecutada sin atenuantes ni piedad, en medio de esta horrenda expectación y de esta tragedia vergonzosa pase mi niñez y adolescencia y parte de mi juventud; fui testigo de primera fila viendo los muertos en los caminos o llevando la triste noticia a la familia de nuestros seres queridos asesinados y como niño sin tacto sin saludar o ningún protocolo daba la terrible noticia escueta y directa: mataron a fulano, como cuando llegue a casa de ,mi hermano mayor a la hora justa cuando el almuerzo estaba servido y sin considerar ninguna situación del momento le espete: mataron a … hermano de solo 22 años amado y apreciado por todos, su cara de dolor, su lamento y llanto desconsolado dejo una marca indeleble imposible de extinguir de mis recuerdos. 

Me toco la tragedia muy cerca, hermanos, primos, tíos, parientes de diferente grado, conocidos y amigos cayeron fulminados en medio de tanta vesania colectiva y aunque sobran las razones para odiar o pasar facturas pendientes, no encuentro otro camino que no sea perdonar para tener y vivir en paz. Para los que no quieren perdonar a quienes les causaron dolor y tristeza, la sentencia bíblica es clara: si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonara vuestras ofensas (Mt 6.15).

Por el pastor: Fernando Zuleta V.




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