Las amenazas son la demostración contundente del miedo
encubierto. Son el barniz con que se cubre el terror mórbido a la derrota.
Siempre nos han hecho creer que el león macho ruge porque está
en control de la situación, nada más irreal, ruge porque esta viejo y sin
garras y a lo mejor con pocos dientes,
para atemorizar porque ya no tiene ni fuerza, ni poder y no le queda otra alternativa
que tratar de impresionar, así son los tahúres cuando tienen mal juego apuestan
todo o nada, para que los demás se achicopalen y le den la mano por ganada.
En los momentos de peligro inminente, en fracciones de
segundo repasamos la película de nuestra vida pasada y es cuando pensamos que daríamos
todo por salvar el pellejo, algunas veces salimos abantes y en ocasiones
hacemos mea culpa, haciendo el propósito de no repetir la historia, pero hay
veces que no salimos también librados y las posibilidades de enmendar el error
son nulas e inexistentes, hay oportunidades que no se repiten, por lo que
cuando se desaprovechan, sin objeción alguna se perdieron. Solo queda rumiar el
fracaso, aunque de nada sirve, la historia se repite pero con otros actores y
con otro elenco y en otros escenarios.
· Si
tuvieras oportunidad de volver a vivir se le pregunto al enfermo en estado
terminal ¿Qué harías? Respondió:
·
Amaría
más a mi esposa.
·
Dedicaría
más tiempo a mis hijos.
·
Apreciaría
más a mis amigos.
·
Sería
más misericordioso con los necesitados.
·
Dedicaría
más tiempo a la relación con Dios.
·
Tendría
más preocupación por huérfanos y desamparados.
·
No
me preocuparía tanto por los bienes materiales.
Esto por supuesto en nada cambia lo
acontecido, sino que demuestra que
cuando pudo hacer las cosas diferentes no las hizo, ahora son un
terrible déficit al final de su vida y el arrepentimiento y la confesión de sus
faltas en nada alteran lo pasado, porque
ya sus oportunidades terminaron y son irrepetibles.
Nunca desperdicies una oportunidad,
tal vez sea la única en tu vida.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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