viernes, 26 de agosto de 2016

COMPROMETIDOS CON LA PAZ


           
La paz tiene más enemigos que la guerra, porque para hacer la paz se necesita ser valiente, tener el coraje de mirar de frente al enemigo, reconocer las equivocaciones, con la humildad  de conferir al contrincante el peso real de su protagonismo, ponerse en igualdad de condiciones e intercambiar opciones, posiciones y renunciar a ideales que se levantan como muros infranqueables para lograr acuerdos que beneficien a los actores directos y a los terceros que son el grueso de los que sufren el mayor rigor de la violencia.

La  vigencia de la paz es responsabilidad de todos los que se comprometen con ella, teniendo en cuenta que ella no permanece debido a que se deja morir de mengua y se hace con ella como muchos individuos cuando se casan creyendo que estampar la firma del enlace asegura para siempre la unión entre las partes y se olvidan que una relación de pareja aunque este normada por leyes y estatutos, sino se alimenta con el cuidado diario del uno por el otro, tiene su punto de quiebre más rápido de lo esperado.

Al hacer un compromiso  con la paz, estamos de acuerdo en mantener un diálogo fluido, en obviar amenazas cuando haya dificultades y estar siempre dispuestos a invertir el tiempo, el dinero  y la tolerancia necesaria cuando se presenten desacuerdos.

La paz no debe ser una conquista pasajera sino un triunfo permanente y ella requiere atención constante, hay que regarla con las aguas vivificantes que produce la sensatez  y el sentido común, nunca puede ser alimentada con las intenciones del corazón, sino con la fuerza de la mente y el poder del espíritu.

La paz jamás permanecerá si aprovechamos los momentos de tregua para sacar ventaja, las oportunidades  del reposo para cambiar las reglas del juego y el tiempo de calma para obtener  superioridad.

Al firmar la paz solo pueden cambiarse algunos criterios cuando en común acuerdo de las partes involucradas se admita esa eventualidad, de resto nunca.

Impulsemos la paz, que ella trae vida, no la guerra que su consecuencia inmediata siempre es producir muerte.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.


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