Es motivo de celebración recibir la noticia de que se llegó
finalmente a un acuerdo de paz entre la guerrilla de la farc y el gobierno
colombiano, quienes tengan recelo o desconfianza, no se les puede criticar, pues acostumbrados a ver y a
escuchar tanta mentira es de suponer que tengan un escudo protector para
repeler la innumerable charlatanería a
la que han estado acostumbrados por los políticos en todas las épocas y
circunstancias, pero algo muy distinto es desconfiar y otra es estar en contra del proceso pacificador, con certeza para los que han sufrido en carne propia el oprobio y han sido rebasados por el
resentimiento, no querrán de ninguna manera que se firme la paz; el odio y el
rencor siempre reduce la capacidad de pensar y no deja opciones a la negociación
de la paz sino encuentra el cobro de facturas que satisfagan la sed de revancha
implacable.
Siendo sinceros debemos notar que algunos no aceptan este
camino que conduzca a la paz definitiva, por la simple pero egoísta razón de
que no son ellos los que están negociando y como quieren vivir en primer plano,
la única manera de ocupar posiciones mediáticas y obtener un vitrina que los
promocione es haciéndose opositores, ocupando así espacios que llamen la atención,
esto es llanamente un extravío de la personalidad que se llama en la psicología
narcisismo.
Quieren ser el alma de la fiesta a la que no fueron
invitados y como no son aceptados por los organizadores la boicotean y usan
todas las armas arteras y ladinas para impedir que se realice, todo el que esté
en contra del proceso de paz en Colombia,
necesita hacerse un auto-análisis muy concienzudo y si no logra entender sus
bondades y alcances, tiene que buscar ayuda profesional de un experto en
enfermedades mentales y de un capacitado guía en patologías espirituales,
porque rechazar la paz esgrimiendo las causas que sean, no es de gente sana ,
sino de enfermos mentales y espirituales.
Perdónenme la crudeza, pero solo el perdón de las ofensas sean
de cualquiera naturaleza, es el único antídoto conocido para encontrar la paz y
no solo hablo de la paz entre contendientes en los campos de batalla, sino en
el interior del ser humano donde se libra la más ruda y descomunal batalla
entre el odio que nunca dirá si a la paz y la ley escrita en la mente y la
conciencia que dice no a la guerra.
Parece que en muchos no causa ningún efecto todo lo acaecido
en mas de 50 años de guerra fratricida y los números irracionales de todos los desmanes acontecidos
en esta vesanica carrera a la destrucción del ser humano, al hablarse de millones muertos, millones de desplazados,
cientos de miles de secuestros, cientos de miles de desaparecidos, huérfanos y
viudas al por mayor, hogares desechos en proporciones alarmantes , mutilados, paralíticos
a granel, aparte de las secuelas incalculables en la economía y todos los males
colaterales derivados de la ignominia de la confrontación armada, son razones
suficientes para poner fin a tan monstruosa calamidad.
No encuentro ninguna justificación para rechazar esta oportunidad
que nos da el tiempo y la refrendación del Gran Yo Soy, porque ningún acto de
guerra es aprobado por Dios y ningún acto de paz es desaprobado por El.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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