El dolor y la angustia tienen la
extraña capacidad de anular las ideas e impedir que se piense con equilibrio,
una persona sumergida en la tenebrosa tempestad del sufrimiento moral esta en
el estado más vulnerable de su vida, por esa razón los expertos en conducta
humana aconsejan que cuando alguien está hundido en la turbulencia de la
angustia no debe tomar ninguna decisión, porque el mayor problema con que se
encuentra es la incapacidad de no poder actuar coherente y sensatamente.
Otra gran dificultad que
encontramos en esta situación trágica, es que las palabras son inútiles ante el
sufrimiento, tratar de consolar al afligido es como echar ácido en una herida
abierta, parece que la ofuscación mental es incapaz de comprender el sentido y
dirección de lo que con muy buenas intenciones le dicen al oído los que se
conduelen de su aflicción.
El único que comprende la
verdadera dimensión del dolor humano es Dios; lo demás solo atinamos a decir
con palabras lo que son nuestros sentimientos, pero jamás estamos en la
capacidad de entender en su magnitud el
sentir ajeno, por la sencilla razón de que cada individuo por múltiples y variadas
razones tiene un nivel de sensibilidad diferente y un grado de comprensión y
aceptación del problema distinto.
Viniendo de San Cristóbal, en un
viaje que duro dieciocho horas, con las personas que pude establecer
comunicación me tope con dos damas que regresaban a su morada después de haber
asistido al entierro de un joven de veinticuatro años que era de su entorno familiar y había muerto
accidentalmente al caerse de un vehículo y entre todo lo que me comentaron al
respecto, salió a relucir el hecho que
era único hijo y que la madre se había ido al Táchira con el propósito de evitar que
en la peligrosa Caracas pudiera sufrir
una muerte violenta.
Este hecho lamentable trajo a mi
memoria el dolor que experimento Dios
Padre, cuando vio a su Unigénito Hijo sufriendo el peor castigo y la más grande humillación en el calvario cargando la
culpa de toda la humanidad, siendo una víctima inocente, pagando con su
vida por la depravación del hombre sin tener mancha ni sombra de pecado, tanto
fue el horror que no pudo resistir manteniendo la mirada en la escena macabra
que representaba la agonía de su amado y único Hijo y la quito por el horrible
cuadro que representaba tan abominable acción. Allí experimento Jesucristo el momento mas sombrío y tétrico de su vida, haciéndole
exclamar ¡Padre mío porque me has desamparado!
Este sufrimiento de Jesucristo es
el que hace que pueda comprender en toda su extensión, cualquiera sea el
padecimiento humano y dar consuelo al afligido con la asistencia del Espíritu
Santo, humanamente hablando no tenemos armas y medios para sosegar el espíritu quebrantado
y traer paz al alma abatida por la fiereza del sufrimiento, pero gracias damos
a Dios por Jesucristo que se ofrece para aliviar las cargas de todos los
oprimidos sea cualquiera su procedencia u origen, El con toda autoridad y poder
proclama: ¡Venid a mi todos los que estáis trabajados, y cargados y yo os haré descansar!
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario