sábado, 30 de agosto de 2014

LA LUZ DE LA VIDA




La mente humana es prodigiosa y por esa capacidad innata no debiera ser propensa a la  influencia y tal vez esta pequeña licencia es la que permite aceptar las sugerencias y asimilar los pensamientos provenientes de otras latitudes, encontrando asidero y receptáculo para propagar y diseminar opiniones y conceptos que le son ajenos, aunque muchas veces estén reñido con la sensatez y opuestos a la verdad.

En este sentido lo que parece ser su parte más vulnerable que  es permitir dar albergue  a enunciados foráneos y mayormente a especulaciones, falsedades y mentiras obedece a que esta en tinieblas, pues todas estas elaboradas artimañas se han urdido en la absoluta clandestinidad que oferta la oscuridad y solo una mente en tinieblas recibe y da paso a la oscuridad, porque si tiene la luz de la verdad cuando llega la oscuridad será repelida de inmediato.

La luz y las tinieblas no pueden cohabitar, son contrarias en esencia, y en cualquiera sea la forma de manifestarse y actuar, tanto que se define a la oscuridad como ausencia de luz, porque donde hay luz las tinieblas no existen.

Las tinieblas nunca conquistan la luz, porque un encuentro entre ambas es sencillamente destructivo y letal para ellas, mientras que la luz prevalece las tinieblas se diluyen sin dejar ni siquiera rastro de que existieron.

La luz sea artificial (eléctrica), natural (la del sol) o espiritual (la de Dios) siempre produce el mismo efecto contra las tinieblas, las anula y las extingue, la diferencia es que las dos primeras son especiales para el ámbito terrenal y la ultima exclusiva para el celestial, estas alumbraran para caminar por el terreno físico y la otra por el camino de la vida eterna.


La luz artificial y la natural con excepción para los invidentes esta a la disposición de todos, la espiritual solo del que conoce la verdad y la verdad solo se conoce aceptando la invitación que  Jesucristo hace: Yo soy la luz del mundo; y el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Jn. 8:12)

Por el pastor: Fernando Zuleta V.

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