He oído decir que hay una línea muy
fina entre la cordura y la locura, seguro que esto surge de la observación en
los cambios tan repentinos que suelen suceder en algunas personas, sobretodo en
su conducta y comportamiento, estoy convencido que en todos los seres humanos
subyace disfrazado u oculto un monstruo desconocido que solo espera la ocasión
propicia para salir de su escondite y manifestar toda su furia contenida, arremetiendo
con saña destructiva contra quienes lo han confinado a un encierro, a veces por
largos periodos.
¿Por qué cómo se explica que de
la noche a la mañana cambiemos tan radicalmente el comportamiento?
Me contaba un amigo que en sus
años de mocedad, en una ocasión lo relacionaron con una bella y agraciada joven
en una reunión familiar, al mostrar interés
mutuo en su plática, se acordó una cita para el día siguiente ir a disfrutar de
una película de moda en el momento, este encuentro era para el lunes a menos de
24 horas de haberse conocido, pero por razones que él no dio a conocer, se le
paso por alto cumplir el compromiso y al día siguiente fue a buscar la chica
para disculparse por el embarque que le había hecho, pero desafortunadamente no
estaba en casa y el no pregunto por el motivo, ni tampoco nadie le explico, así
es que dándose media vuelta se alejo pensativo y un poco desalentado, al día
contiguo el miércoles en la noche se le ocurrió como buen profano ir a uno de
los varios prostíbulos que visitaba con frecuencia y se quedo estupefacto, cuando
la primera damisela que se consiguió al entrar
fue a la chica que solo cuatro días
atrás el había conocido como una mujer decente y encantadora, sobreponiéndose
al shock que origino el imprevisto, la saludo y la invito a que lo acompañara,
con la idea de resolver este galimatías que le planteaba la vida. Después de
alguna conversación trivial y al haberse repuesto un poco del asombro, fue
directo y le pregunto ¿Qué haces aquí? La respuesta lo dejo más perplejo y
desconcertado, que cuando recibió el primer impacto: como tú no viniste
el lunes, decide prostituirme el martes.
Es lógico suponer que esta no era
razón de peso para tomar tan barbará y desquiciante determinación, pero ella después
le dio algunos otros detalles, diciéndole que la realidad era que se había ilusionado
con él y al darse cuenta que era otro del montón al no cumplir con las
expectativas que le había ocasionado, entendió que todos los hombres actuaban igual, porque hasta el momento
ninguno se había comportado como un verdadero caballero, todos o le habían mentido,
engañado o incumplido y esta era su forma de venganza.
Tomar una medida tan radical y auto-destructiva no creo que tenga razones valederas y menos por motivos tan fútiles como los
esgrimidos por la joven prostituta, esto más bien obedece a una acción premeditada
que solo esperaba un impulso para tener una justificación que sirviera como
cortina de humo para cubrir las verdaderas causas de tan descabellada decisión,
por otro lado necesitaba una mordaza para callar la voz de la conciencia cada
vez que la recriminara por tan absurda determinación.
Lo cierto de todo es que cada día
nos encontramos con decisiones inesperadas, con desenlaces fortuitos y con comportamiento de las personas jamás presupuestados y al sacar una conclusión razonable
y objetiva, nos encontramos con la misma respuesta, ninguna de las cosas de que
se rodearon o disfrutaron, llenaron el vació interior por la falta de la
presencia de Dios en sus vidas y esto terminó llevándolos a finales trágicos
y aterradores.
No importa quién eres, que tengas
o que hagas, si no tienes espacio para Dios en tu vida, estas propiciando una
hecatombe de dimensiones cósmicas imprevisibles. Pero todo cambiara si solo
invitas a que Jesucristo el Hijo de Dios venga a morar en tu existencia. Todo
depende de ti exclusivamente. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y abre la puerta, entrare a él,
y cenare con él, y el conmigo (ap: 3:20).
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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