No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y
donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde este vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón. (Mt 6:19-21.)
El que pronuncio estas palabras
era el hombre más autorizado de todos cuantos han existido, el reunía méritos y
estaba en la mejor posición para hacerlo, porque siendo dueño de todo el
universo y cuanto hay en él, se despojo de todas sus pertenencias y habito
entre nosotros siendo el más rico, como el más pobre. La autoridad que tenía
para decirlo resiste todas las pruebas y exámenes a que le sometan, los más
escépticos y suspicaces, sean amigos o enemigos de su causa.
EL VALOR DE LOS TESOROS
TERRENALES.
Ninguna obra del hombre será
eterna, ya que las leyes inexorables del tiempo nos enseñan que la calidad de
las cosas depende de quién las haga, el hombre es un ser finito sujeto a limitaciones,
no posee la habilidad para hacer algo que esté por encima de su propia condición
humana, por consecuencia razonable, lo que haga más perfecto será igual a él:
temporal, limitado, imperfecto,
corruptible o perecedero y por tanto llegara al final a su absoluta extinción
aunque se le atribuya el carácter de eterno.
Los científicos y sabios de todos
los tiempos se han dado a la tarea de encontrar una fórmula de eternizar al
hombre y todos sus intentos han terminado en el más completo fracaso, por la
simpleza de que es la pretensión de lo imperfecto tratando de hacerse perfecto
por medios totalmente defectuosos e inadecuados ¿podrá alcanzarlo algún día?
Será como el sueño del asno, de convertirse en amo de su dueño ¿Lo alcanzara?
el calificativo menor será, ¡es ridículo hasta pensarlo!, pero les aseguro que
está más cerca el jumento de conseguirlo, que el hombre del suyo, ah y con una
salvedad, el burro nunca lo ha intentado, ni pensado, el no tiene razonamiento,
ni inteligencia, pero el ser humano lo
hacer todos los días por milenios.
Así que el valor de las riquezas
materiales es un espejismo, porque de la misma manera que la bruma en las
mañanas desaparece cuando sale el sol, así mismo quedamos sin siquiera huellas
o rastros de las posesiones al tener que
partir a rendir cuentas al llamado del Supremo Señor, porque nada en lo
absoluto podemos sacar de este mundo a la hora de abandonarlo.
EL ASPECTO MATERIAL
También les refirió una parábola
diciendo: la heredad de un hombre rico había producido mucho. Y el pensando
dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré porque no tengo donde guardar mis frutos? Y
dijo: esto haré: derribare mis graneros, y los edificare mayores, y allí
guardare todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: alma, muchos bienes
tienes guárdalos para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios
le dijo: necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de
quién será? Así es el que hace para si tesoro, y no es rico para Dios. (Lc
12:16- 21).
En ningún momento el relato se
centra en el hecho de ser rico, sino en el indebido uso que se hace de las
riquezas. Este rico tiene una propensión desmedida por aumentar de una manera exorbitante sus posesiones, pero
no existe ninguna buena intención en relación con sus semejantes, ni tampoco
una buena disposición de servir Dios con
sus riquezas.
La pregunta que se hace el rico,
nos enseña que su máxima preocupación es
por el simple hecho de tener tantos bienes, demostrando que las riquezas en
abundancia son causas permanentes de intranquilidad y de ansiedad y jamás de
seguridad y paz. No alcanzando la felicidad y la armonía por ser clamorosamente
acaudalado.
Hobuar Hugues es el prototipo de
esta clase de individuos en el mundo moderno, murió en la completa soledad y la
más abyecta situación, cuando en el tiempo contemporáneo fue el primer hombre
que en Norte América llego a tener los
mil millones de dólares, ¿de qué le valió ser archimillonario? Tal vez le valió
su alma.
El rico de la parábola en ningún momento
alzo los ojos al cielo para dar gracias al verdadero dueño de todo y al menos
reconocer que había sido premiado con el don de buen administrador y que esa
era la razón por la que había multiplicado sus bienes, tampoco pide dirección
de Dios, ni lo incluye en sus planes, el representa al típico hombre que se
cree dueño de su destino.
El se hace una pregunta y pone a
funcionar su capacidad de razonamiento y su destreza para hacer planes
efectivos, usa de manera inteligente su sentido común, demostrando una visión
clara de un hombre de aguda percepción. Esto es indicativo de capacidad mental
y de un talento innato de un individuo sagaz para los negocios.
La pregunta se la hace para sus
adentros y de allí mismo proviene la respuesta, como es de esperarse, obtiene
la respuesta de sí mismo, es simple, el no le va a preguntar a otra persona y
menos a Dios sobre lo que debe de hacer en esta situación, lo cual evidencia el
temor de una respuesta contraria al deseo de su propio corazón, sin tener en
cuenta la sentencia divina: Engañoso es
el corazón más que todas las cosas, y perverso ¿Quién lo conocerá?
El mismo se da la respuesta a la
pregunta porque es la que quiere escuchar y no tiene interés en otra respuesta
distinta, que no esté de acuerdo con sus propias convicciones y sentimientos.
Es el caso típico del individuo que acepta que las cosas sean diferentes
siempre y cuando los demás acepten someterse a sus ideas y conveniencias
personales, ignorando por completo la ley natural que si espero que los demás
cambien, soy el primero que tengo que cambiar.
Este rico es un fiel exponente de
la doctrina milenaria que enseña que el hombre tiene todas las respuestas en sí
mismo. Si descartamos la idea de hallar soluciones a las dificultades sin tener
en cuenta a Dios, estamos tratando de realizar lo irrealizable y de alcanzar lo
inalcanzable. Conócete a ti mismo, ayúdate a ti mismo, se tu mismo, si yo estoy
bien tu estas bien, si lo que haces te trae placer sencillamente disfrútalo, la
idea es pasarlo bien, de esta manera dejamos a un lado el anhelo de Nuestro
Creador de mantener una estrecha relación con nosotros, porque solo dependiendo
de Él se consigue la sabiduría para lo que humanamente hablando no está a
nuestro alcance y la capacidad para disfrutar a plenitud de todo don del
Creador. Seremos como la turbina imponente y majestuosa que al girar a altas velocidades
produciendo miles de kilovatios de energía y en su poderío imponente rechaza el caudal de agua
que la impulsa y la mantiene activa, así es el hombre al creer que usando de su inteligencia y conocimiento
llegara a descubrir todo los misterios y dar solución a cada enigma que le
plantee su existencia terrenal sin la acción determinante de su Hacedor.
Toda idea preconcebida sin tener en
cuenta a Dios, es lo que comúnmente se
llama teoría y el hombre está hecho para vivir de realidades y no de supuestos y aunque no tengamos el
talento de los genios, ni el conocimiento de los sabios, podemos decir como
Agur: ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre.
Yo ni aprendí sabiduría, ni conozco la ciencia del Santo. ¿Quién subió al cielo
y descendió? ¿Quién encerró el viento en sus puños? ¿Quién ato las aguas en un
paño? ¿Quién afirmo todos los términos de la tierra? ¿Cuál su nombre y el
nombre de su Hijo, si lo sabes? (Pr. 30:2-4).
Por el pastor: Fernando Zuleta V.