Todos los días nos encontramos ante la disyuntiva de tener que decidir entre dos opciones; a veces en varias oportunidades al día; unas de ellas muy importantes porque pueden determinar el rumbo de la vida, algunas tan transcendentales que pueden marcar la diferencia entre la felicidad o la amargura; el triunfo o el fracaso; la vida o la muerte; la familia o las pertenencias y así sucesivamente nos toparemos siempre con que camino elegir cada día, adonde ir o que hacer.
El lugar donde habitamos, la misión que tenemos, lo que somos como individuos, el medio ambiente que compartimos, las circunstancias que nos rodean, la cosmovisión que determina el sentido que le damos a la vida, la cultura, sumados aun sin número de factores que inciden en el normal desenvolvimiento de las personas, son siempre situaciones que nos inducen a la toma de decisiones permanentemente.
Unas veces accionamos por impulsos, usando mas las hormonas que las neuronas y es cuando después de ver los indeseados resultados, que lamentándolo decimos: “si lo hubiera sabido “ o “ hoy no habría actuado así “ lo cierto es que como dice un proverbio popular “ es mejor poner el cerebro en funcionamiento antes de poner la lengua en movimiento “, esto nos evitaría muy malos momentos y muchas situaciones desagradables, pero sobretodo nos llevaría a reflexionar antes de decidir algunas cosas importantes, para hacer la elección adecuada y más cercana a lo correcto.
Las decisiones deben ser mas cerebrales que viscerales, generalmente cuando estas son viscerales, el lamento es lo primero que se presenta, después viene el arrepentimiento, pero con todo y las implicaciones que surgen de estas reacciones, es muy seguro que se seguirán repitiendo a lo largo y ancho de la vida, siempre y cuando el individuo no tome conciencia y determine cambiar el patrón de conducta. Todo es cuestión de elemental prioridad. Siempre tendremos delante de nosotros determinar que hacer, pero es necesario ser más pragmáticos que extrovertidos; mas objetivos que subjetivos; más conservadores que liberales; mas pensadores que reaccionarios; más calmados que temperamentales; más pacíficos que guerreristas; tener más templanza que impulsividad, los que se han caracterizado por tener dominio y control sobre las emociones, son los que siempre han obtenido los mejores resultados en los avatares de la vida, el sabio Confucio dijo: “Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano” y “el que domina su cólera, domina al peor enemigo,” por su parte el gran sabio Salomón sentenció: “mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.“
Las prioridades van de lo simple a lo complejo; de lo insignificante a lo grandioso; de lo intrascendente a lo trascendente; de lo temporal a lo eterno; de lo divino a lo humano; en fin abarcan todo el universo de realidades que vivimos a diario, imposible de eludir o de ignorar, la importancia de esto, es saber ponerlas en el orden adecuado actuando con responsabilidad al ejecutarlas.
Nos quedamos turulecos, para decirlo en lenguaje coloquial, cuando una familia que tenía tres hijos y todos dormían el piso, por no tener camas, ganaron dinero extra y lo invirtieron en un televisor plasma, cuando la prioridad era, como dormir bien y no como entretenerse mejor. Igualmente me sentí sorprendido escuchando una conversación entre dos personas a las que les hacia un transporte, uno le decía al otro: porque no te mudas para la casa de arriba, es más grande, más cómoda y mejor, la respuesta del interlocutor fue: es cierto pero entonces, no me queda para la curda (caña, ron, aguardiente, cerveza, rasca, borrachera, bonche, farra, parranda o francachela) todos son sinónimos del vicio de tomar licor. La prioridad obviamente era tener en mejores condiciones la familia, pero para el amigo ocasional, era satisfacer un vicio, que como todo vicio es degradante y produce esclavitud.
Así sucesivamente, son miles los casos de la inversión del orden de las prioridades, por razones diversas, pero creo que principalmente por la ignorancia o por la carencia de valores, aquí cabe muy bien otro elevado pensamiento de Confucio: “la ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas.” Un ser humano sin valores, vive en la intemperie, desnudo y solitario.
En nuestra amada Venezuela, encontramos los antagonismos más diversos y peculiares; ranchos desvencijados hechos de lata y de cartón, pero con una antena, para recibir una señal de televisión con un costo bastante elevado mensualmente, gente viviendo literalmente debajo de los puentes, pero con antenas ídem, casas agrietadas, con grandes fallas en la construcción, pero con carros costosísimos, estacionados al frente, siendo el mismo dueño el del lujoso vehículo, como el de la maltrecha casa, pero en su interior, televisores de última generación, equipos de sonido de gran potencia, juguetes de los niños de miles de bolívares fuertes, aparatos sofisticados de computación con toda la parafernalia incluida, ni que decir de todos los periquitos de los autos, que va desde la alarma satelital hasta un potente equipo musical que más parece listo y calibrado para una guerra de minitecas, que un aparato para relajación, para escuchar serena y gratamente buena programación radial.
Un buen amigo mío me enseño de una manera sencilla, pero practica y objetiva el verdadero orden de las prioridades, una vez que lo visite y note que ya no tenía su camioneta, como me causo extrañeza no verla le pregunte ¿y la camioneta? Su respuesta fue muy aleccionadora: tuve que venderla, porque tenía que decidir entre ella y la mujer y los hijos y como no podía mantenerlos a ambos, decidí venderla y quedarme con la mujer y los hijos, porque era imposible sostener la familia y el carro a la vez. Años más tarde, siempre inspirado por esa conversación, yo hice lo mismo. ¿Qué harías tú?
Por el pastor: Fernando Zuleta V
Por el pastor: Fernando Zuleta V
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