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¿Qué queremos? Las soluciones sin compromiso, el paso redoblado de la modernidad a llevado al ser humano a ser frío y calculador, lo ha despojado del pudor y la dignidad, la moral a sido fracturada y hecha pedazos, considera como obsoletos los principios que preservaron a nuestros antepasados de la pesadilla de enfermedades trasmitidas por contacto sexual, algunas incurables como el herpes y otras letales como el sida.
¿Pero se detiene el mundo en esta marcha frenética que lo lleva hacia la destrucción? No, porque el freno que puede impedirlo se ha roto: la moral, la cual ha caído en terapia intensiva, es una virtud que las generaciones de turno desconocen tanto en la teoría como en la práctica. Hablar de moralidad en estos tiempos suena a mojigatería, la convirtieron en una tara para los que tengan la osadía de ponerla en práctica, cuando en los centros educativos se consigue un raro espécimen, que declare que obedece a los padres, la primera palabra con que lo describen es sometido, un termino con una gran carga peyorativa que implica desprecio y desaprobación por una conducta que debiendo ser normal para todos se ve como una rareza en los que la ejercen, las jóvenes cuando recién empieza la adolescencia o antes de la menarca comienzan a recibir las presiones de todos los ángulos por los grupos sociales para que ingrese al fastuoso mundo de actividad sexual, porque esto es lo que se estila en el momento, lo que da cache y lo que según el criterio más extendido es sinónimo de ultra-modernismo, de liberación y de vanguardia en los tiempos que corren, marcando pautas que dejen en la orilla los buenos sentimientos, las buenas costumbres y los hábitos de decencia y pureza física y espiritual, toda la que no ingrese a este submundo es esquematizada con tener una conducta atípica en este tiempo esnobista y de avanzada en que cabalgamos , por estar en contra de la corriente contemporánea que lleva por sus turbias y turbulentas aguas un caudal de inmoralidad y desprecio por los valores éticos, arrastrando a todos a un mar embravecido que solo arroja cieno y lodo.
El mundo ha ingresado por un obscuro túnel con la promesa de que al llegar al final será para disfrutar de un océano infinito de felicidad, con el descubrimiento del genoma humano, se tejen las especulaciones de que llegaremos a ser eternos ¿Vida eterna si la intervención divina? que ilusos todos los que comiesen esa larga y tortuosa travesía llegara el momento en que descubren que no hay ninguna salida, pero ya es demasiado tarde para intentar el regreso, porque a sus espaldas se ha derrumbado el viaducto y no hay como remover los escombros, la única alternativa posible es continuar el camino por el horroroso túnel del engaño a sabiendas que nunca tendrá final. La pesadilla toma visos de dantesca e infinita y la obscuridad de tinieblas impenetrables.
La mentira de poder vivir si responsabilidad, que han acuñado los fanáticos seguidores de la teoría del relativismo moral a llevado a la humanidad a una vida virtual, desenfocando en la llamada ética situacional.
No vivimos según códigos y leyes que han sido eficaces desde épocas milenarias, sino la conveniencia personal y a las circunstancias del momento. Nos quedamos perplejos y estupefactos, cuando los consejeros y terapeutas sexuales le dan orientación a la juventud enfatizando los métodos anticonceptivos, la manera de practicar el sexo seguro, pero que de ninguna manera, ni siquiera por equivocación lo restringen o circunscriben a la única forma correcta y trasparente que es la dentro del círculo matrimonial.
Las corrientes modernistas proclaman la revolución sexual como un mecanismo liberador de los tabúes que impedían la realización y felicidad total del hombre, el inventor del psicoanálisis Sigmund Freud lo afirmo al conceptualizar al hombre como animal sexual, tal parece que los suecos se la creyeron completamente y le dieron estatus de legalidad al llamado amor libre, desposeyendo al matrimonio del valor y su pureza relegándolo a una unión por conveniencia estrictamente social, despojándolo de su condición intrínseca de permanencia que representa, dando seguridad tanto a los contrayentes como a los hijos que nazcan dentro de el; este desafuero fue la bandera que enarbolo en el movimiento hippie de las décadas del cincuenta al setenta ( 50 al 70 ) del siglo XX. que trajo consigo una generación de hombres y mujeres desprovistos de las mas elementales normas de responsabilidad, viviendo en promiscuidad, dejando aun lado pudor y sensatez, habiendo acuñado el eslogan que mas identidad les dio: " hagamos el amor y no la guerra " con el cual sintetizaban su realización plena. Esta fue " la generación del tiempo perdido." No dejaron ningún legado positivo, ni ninguna cosa digna de imitar, simplemente vivieron según sus propias normas de convivencia salidas de la inmoralidad y el desprecio por la ética y la autoridad.
El matrimonio como institución en el que históricamente han echado las bases de todas las generaciones pasadas, para procrear y establecer familias sanas y que consecuentemente derive en una sociedad con buena salud ha sido atacado furtivamente en sus cimientos, horadándolos hasta el punto de que su principal fundamento como es la permanencia indisoluble a rodado estrepitosamente, dando paso al endeble compromiso por conveniencia y dejando en la cuneta la responsabilidad.
Esto ha traído la catastrófica procreación de hijos sin afecto natural aun dentro del matrimonio, por que al estar condicionado a lo que dicten los vaivenes del tiempo, no tendrá jamás carácter de permanencia, lo que hace que desde el principio se mueva como el péndulo de los antiguos relojes de pared, que oscilan de un lado a otro sin detenerse, tener idealismos pero sin principios, no generara jamás seguridad y permanencia en el matrimonio, conditio sine qua non para que sea estable, seguro y permanente.
El hogar sin el calor del amor abnegado de los padres, nunca puede ser reemplazado por productos de consumo y de entretenimiento para mantenerlos ocupados o las atenciones fundamentales y primarias para la supervivencia tales como: comida, vestuario, asistencia médica, vivienda, educación, pero, las para hacerlo feliz y seguro fueron obviadas: el amor practico, el compañerismo, la relación permanente, el afecto natural, la atención personal, el compartir y la vida espiritual.
Los escandinavos cincuenta ( 50 ) años después de haber implementado semejante desatino, comprendieron el error garrafal, que históricamente dio paso a generaciones enteras dominados por el disfrute sexual, recibiendo un impacto destructivo y perturbador de decisiones equivocadas, originando un vació moral tan profundo, que el mayor índice de suicidios a nivel mundial entre los jóvenes se daba allí.
El hombre es proclive a seguir pensamientos y acciones altamente perjudiciales, el abismo a ejercido siempre una extraña fascinación en los seres humanos, parece ser que las simas profundas tienen un poderoso imán que atrae a los que se paran en su brocal y sucumben ante la invitación a hundirse en su profunda y tenebrosa obscuridad, esa debe ser la razón por la cual todos quieren imitar lo malo y pervertido. “Nosotros reproducimos lo que somos” lo dice el Dr. Myles Munroe en su excelente libro “ los principios de la paternidad”.
La mujer que hace del sexo modus vivendi al ver a otra con dificultades económicas o de cualquier otra índole, el primer consejo que le da es que se libere induciéndola a la práctica de la prostitución como sinónimo de éxito e independencia, ella sabe porque ha experimentado en carne propia el oprobio y la desgracia que arrastra, pero nunca le hablara de su tragedia personal al más puro estilo esquilano, siempre le dirá sobre la ganancia que obtiene vendiendo su cuerpo al mejor postor, nunca dirá nada de los peligros derivados del ejercicio de la llamada profesión más antigua del mundo, del sufrimiento moral y físico, de la humillación y degradación al tener que practicar sexo indiscriminada y exclusivamente por dinero.
La mujer ahora es un símbolo sexual, Freud está vivo en todos los que siguiendo sus lineamientos de encajonar todo pensamiento, sueño o deseo en la absorbente esfera sexual, basta ver u oír los comerciales en los medios impresos, audio-visuales o radiales, para darnos cuenta que todo gira alrededor del dios sexo, cualquier cosa que se quiera promocionar apela a enardecer los sentidos con una gran carga sensual, el que quiera tener éxito en la venta de un producto, fijara la imagen en la mente de sus receptores de una modelo, que entre mas atrevida, sexy e insinuante se presente mayor será el impacto y muy seguramente el beneficio económico para sus fabricantes y anunciantes.
Los ojos son las ventanas del alma y los oídos los receptáculos de la información y el que logre controlarlos y manipularlos le será tarea fácil que hagan lo que ellos quieren, el mundo gira en una alienante orbita que se llama sexo, llegándose a tomar como una panacea para vivir a plenitud, explotándose y estimulándose hasta más allá de los límites de la tolerancia, convirtiéndolo en una droga de la cual cada día se necesita una dosis más alta y con menos intervalo de tiempo en su consumo convirtiendo a todo el caiga en su maraña en un sexo –dependiente, de allí que la industria de la pornografía cobre mayor auge y se haga más degradante en el empeño de presentar cosas distintas y novedosas a un público ávido de estímulos sexuales perversos e incapaz de vivir una vida normal. El éxito rotundo de revistas porno como la famosa playboy, la cual ha llegado a constituirse como símbolo de éxito para toda modelo que se considere triunfadora, de salir desnuda en su portada, eso lo consideran como el non plus ultra de su carrera.
Termino esta reflexión con una frase del celebérrimo Albert Einstein: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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