En la
política como en todas las circunstancias de la vida, tener buenos deseos y
tomar malas decisiones trae pésimas consecuencias.
Los buenos
pensamientos no son garantía de obtener grandes victorias, si estos no están
acompañados de decisiones correctas, de manera que hay una distancia enorme en
pensar bien y obrar bien, por esa razón es que todo el que está ocupando
lugares privilegiados de liderazgo tiene la enorme responsabilidad de rodearse
de individuos capaces en todas las diferentes latitudes en que tiene alcance su
influencia, y debido a lo variopinto de ella, ya que en cada rama existen
especialidades y especialistas, está obligado a rodearse de los mejores, aunque
sus ideas difieran y sean opuestas a las suyas.
Un médico
especialista en neurocirugía, no puede ser el que de la última palabra sobre un
trauma de la cintura escapular, para eso está el especialista en traumatología,
ambos son profesionales de la medicina, de manera general, pero cada uno tiene
su especialidad de manera particular.
He observado
que los fracasos en la política no se deben a carecer de buenas intenciones, sino
en poner en práctica malas decisiones y como consecuencia las buenas ideas
terminan siendo un clamoroso fracaso, porque se implementaron acciones erradas
o equivocadas.
Tal vez el
meollo del asunto no está en la manera de pensar, sino en la forma de ejecutar,
la mente es infinita, las acciones son limitadas y debido a esto es que es
necesario rumiar muy bien lo que se quiere implementar sobre el terreno de los
acontecimientos, que es donde tienen real y auténtico valor las grandes ideas.
Las grandes
ideas sin realizaciones prácticas han sido estériles e inocuas y las grandes implementaciones mal
realizadas han sido un fracaso monumental.
Si un pueblo
tiene 100.000 habitantes y están pasando por penurias y el gobierno tiene
dinero e implementos suficientes para que puedan producir comida en abundancia,
disponiendo de una buena cantidad de tierra cultivable y opta por darle comida
gratuita y algunas otras prebendas, puedo asegurar que son buenas intenciones,
pero pésimas las realizaciones, porque de esta manera no se está ayudando a
vencer la crisis, sino que se está agravando en términos superlativos, porque
no le enseñamos a producir para vivir en
abundancia, sino a subsistir de las migajas.
Este es el
fracaso de los gobiernos que se rodean
de personas que solo emiten buenos conceptos, porque o bien son simpatizantes o
pertenecen al entorno político, pero son incapaces por conveniencia o amiguismo
de declarar la verdad de lo que en realidad está aconteciendo.
Los poderes
públicos tienen que ser independiente, pero estoy seguro que eso no es
suficiente, en una democracia real, debieran ser antagónicos, para que ninguno
oculte las farsas y debilidades del otro.
No es siendo
adláteres que conseguiremos cambiar la situación política, económica, social y
moral de la nación, sino mostrando el error para corregirlo y no para
ocultarlo.
No es siendo
aduladores que lograremos cambiar la marcha del país, de nada nos sirve decir
que vamos bien, si el camino nos lleva a los acantilados y al precipicio final.
No es siendo
megalómanos que tendremos victorias, la megalomanía es una careta que impide
ver nuestras propias debilidades y los aduladores se especializan en ser de
ayuda para ocultarlas, pero ambos terminaran en el rescoldo de la ignominia,
porque quien se cree superior a todos y quien sustenta con su obnubilación
semejante despropósito, ambos son merecedores de la consecuencia del repudio y
de la calificación de cínicos de siete suelas.
¿Quién es
sabio y entendido entre vosotros? Que muestre por su buena conducta sus obras
en mansedumbre de sabiduría.(Santiago,3: 13)
Por el pastor:
Fernando Zuleta Vallejo.
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