No te
aflijas porque llega la noche, porque en la oscuridad es que brillan las
estrellas. Si no existiera la oscuridad no disfrutáramos de la luz. La bóveda celeste
iluminada por miríadas de estrellas resplandecientes, constituye un espectáculo
de belleza inigualable, por eso es que los cielos cuentan la gloria de Dios y
manifiestan su sabiduría.
Ante la magnificencia
de los astros siderales se congregan los poetas para expresar sus sentimientos
y hacer odas al amor. Son inspirados ante lo deslumbrante de tan esplendida manifestación
de belleza incomparable, acuden a sus mentes adecuadas para la lisonja
torrentes de ideas especulativas, pero
carentes de auténtica veracidad.
Hablan de la
infinitud del amor, al mirar extasiados lo inconmensurable del cosmos que se
manifiesta ante sus ojos indescifrable. Entienden
el amor como avalanchas de hormonas voluptuosas que se precipitan por el
torrente sanguíneo como manadas de gacelas que huyen despavoridas por el ataque
furtivo de bestias sanguinarias que amenazan con devorarlas.
No pueden
diferenciar de la pasión que enerva los sentidos y la verdad que fluye del Espíritu de Dios que
ordena que vivamos en paz y en armonía como demostración práctica de la
realidad del amor.
Ven en el
amor la satisfacción de todos los deseos de la apetencia carnal y extrañamente
ignoran que la verdad del amor se dibuja en una cruz, donde el sacrificio de
Cristo convirtió el cuadro devastador de la pena de muerte, por el paisaje
libertador de la salvación y la vida eterna.
¿Acaso no es
expresión del verdadero amor socorrer al niño macilento que toca la puerta con
su rostro demacrado por el hambre y las huellas delatoras de su agonía en los pálidos
reflejos de su debilitada anatomía?
Que preguntaremos.
¿Quién es tu padre? ¿Quién es tu madre? ¿O abriremos el corazón, antes que el
cerrojo de la puerta, para invitarlo a saciar su hambre?
¿Tendrá ese imberbe
la responsabilidad por la angustia de vivir, en este mundo indolente y sin compasión?
No me hables
del amor, si no tomas como propia la desventura de tu prójimo, el amor no son
palabras y buenos deseos, son acciones tangibles que se hacen visibles haciendo
en la práctica todo por los coterráneos.
Dejemos que
los poetas sigan hablando de pasiones, pero los hombres reales no hablan de trivialidades,
sino que ejecutan en el tiempo real las intenciones del espíritu, haciendo que
la gloria de Dios se vea refleja en hechos y no en suposiciones.
Causa escalofrió
oír hablar de amor, a todos aquellos que se deleitan viendo el sufrimiento
ajeno, han llegado a ser tan cínicos, que siendo capos de la droga, construyen
lugares de rehabilitación para el drogadicto.
¿Cómo
pretendemos que aniquilando a unos y favoreciendo a otros estamos amando la
verdad?
El amor no
se manifiesta odiando al enemigo, sino amándolo, porque el vence todas las limitaciones
y deficiencias humanas. Nunca viviremos sin enemigos y jamás prevaleceremos sin
amar de verdad.
El amor cubre
multitud de pecados, porque siempre asiste al necesitado y nunca pone por encima la satisfacción personal.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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