¿Quién es
culpable?
Comencemos
por admitir que fue una de las rémoras que arrastre durante todo el periodo de
infancia y adolescencia, aun hasta de los propios profesores, una anécdota de
ello fue cuando trabajando en la limpieza de una zanja, detrás de la escuela donde asistía, se me rompió el pantalón a la
altura de los glúteos y quedaron las nalgas expuestas, esto le ocasionó un
ataque de risa al profesor guía, porque con 8 años que contaba no usaba
calzoncillos. Ese día muy atribulado regrese a la casa y le conté a mi abuela
el momento difícil que pase y ella comprensiva como siempre, se dirigió al almacén
más cercano y compro un una yarda de liencillo y me hizo un par de interiores,
ahora yo deseaba que se volviera a romper el pantalón para exhibir mi ropa
interior nueva, pero no tuve suerte.
Aunque mis
abuelos maternos, quienes me criaron nunca practicaron el escarnio o la mofa,
estas no pasaron desapercibidas, siempre
se presentaron situaciones en que podían hacer burla de alguien, lo mismo todos
mis tíos y demás familia. Ahora bien me enseñaron el respecto por el prójimo,
sin importar ninguna condición y por supuesto ese fue uno de los valores que ha
permanecido y hoy sigo cultivando en la vida.
Sin embargo,
como medida de prevención (para evitar las preguntas y tener que dar respuesta
que me comprometieran con los hechos) jamás lleve a mi casa ningún problema
surgido en el medio donde me desenvolvía y menos de la escuela o el colegio. Aprendí
a enfrentarme a ese tipo de situaciones, resolviendo las dificultades a puño
limpio y no fueron pocas las veces que llegue a casa con los ojos morados,
producto de los golpes de mis adversarios, la última reyerta la hice cuando tenía
15 años y fue tanta la zampapalos que recibí que quede curado, de allí en
adelante preferí, no hacer caso al matoneo o ser diplomático antes que
contrincante.
Es posible
que la actitud pasiva, tal vez melancólica o impotencia, produzca que muchos
niños y sobretodo niñas y no tengan los arrestos para sobreponerse a esta situaciones, que minan su personalidad y
erosionan su capacidad de soportar, ocasionado por el desprestigiado bullying. Porque si algo existe
con ferocidad en la niñez y adolescencia es hacer del árbol caído leña.
Siempre hay elitismos
en todas partes y en estos lugares sobreabundan:
Están las
chicas que tienen mejor posición económica, los chicos que se creen Rodolfo Valentino,
los grupos de los que viven en lugares centrales, los que disponen de dinero
todo el tiempo, los guapos y apoyados, los que piensan que son mejores, los que
se creen más inteligentes, los que se visten a la moda, los que tienen mayores
actitudes para el deporte, los duros, etc.etc.
Esta tan extendida y generalizada de la práctica
del matoneo, que toda la sociedad debe de contribuir para dar soluciones,
porque no es una virosis focal sino una pandemia mundial. Antes no era tan
notorio, porque no teníamos los medios de información con estos alcances
globalizados y todo se restringía a áreas
cercanas al entorno, hoy conocemos lo
que pasa en una aldea de China, como en una favela brasileña o un gueto
norteamericano con la misma facilidad que lo que pasa al frente de nuestra
casa.
Creo que la solución
a esta terrible plaga de la sociedad solo se obtiene, si nos amamos unos a
otros, pero ¿Cuántos están dispuestos a hacerlo? He aquí la piedra de tranca
para la solución.
Por el
pastor: Fernando Zuleta Vallejo.