martes, 17 de abril de 2012

VIDAS TRUNCADAS






Estaba ocupado escribiendo mi blog, eran las 7pm, cuando escuche un fuerte disparo, aun sabiendo que mi hijo mayor, estaba en las cercanías jugando baloncesto con un grupo de jóvenes de la cuadra, no me sorprendió, ni me di por aludido, han sido tantas las veces que hemos escuchado y visto accionar las armas de fuego, de distintos portes y calibres, que no nos impresiona ni siquiera oír un disparo en la propia puerta de la casa. Estamos inmersos en una cultura depauperada, descaradamente impuesta por los criminales y pasivamente aceptada por la sociedad y con un asentimiento impresionante del gobierno: la de la muerte. El gran Gandhi dijo: no me molesta tanto las acciones de la gente mala, sino el silencio de la gente buena. Solo reaccione cuando nuestro hijo llego a la puerta tocando aceleradamente pidiendo que le abrieran y al entrar busco el teléfono  abruptamente y visiblemente alterado exclamo: ¡acaban de pegarle un tiro a un chamo!, me levante rápidamente y le dije: deja eso, vamos a llevarlo al hospital, acto seguido me dirigí al garaje y al mirar por el enrejado vi al joven, en un lugar semi-oscuro tirado a un costado de la calle. Mientras abrí el portón para sacar el auto e hice la ignición para poner en marcha el motor, estaba llegando mi hijo con el joven en los brazos y un sequito impresionante de personas que instantes antes no estaban por ninguna parte, tanto que obstaculizaban la salida a la calle, entre ellas un trió de mujeres con signos de histeria, que eran allegadas o de su familia, las cuales me acompañaron a buscar auxilio para el herido.




Salimos a la velocidad que imponían las circunstancias, tratando de llegar al centro de emergencias lo más rápido posible, controlando el vehículo en medio de un tráfico que por ser un sábado y a tan temprana hora estaba bastante denso y aunado a eso tenían la principal vía trancada con una descomunal tarima que llenaba todo lo ancho de la calle, pero lo difícil era tener bajo control a las mujeres que me, exigían que pasara por donde no se podía e hiciera lo que era imposible.





En el corto trayecto lo único que escuche coherente y pausado de mis fortuitas acompañantes lo dijeron cuando estábamos llegando a la entrada de emergencia del hospital: si preguntan digan que no sabemos nada. En estos tiempos, en estas circunstancias y en estos lares impera el código del silencio, aquí no se delata a nadie, se pasa factura, modo folclórico y eufemístico de decir: cobraremos venganza.



 


Note que el herido no se quejo, no se lamento y cuando lo subimos a la camilla era evidente que no tenía conciencia, después de vuelta a la casa averigüe algunos detalles, el disparo procedía de una escopeta de gran calibre, se lo dieron por la espalda a quema ropa, antes de concluir este relato pregunte, que había pasado con el joven de la lamentable historia, tenía solo  veintidós (22) años y la respuesta no fue alentadora ni grata: se murió antes de ser intervenido quirúrgicamente.

 

Si no atendemos desde el génesis a nuestra población nunca tendremos niños felices, que se conviertan en adolescentes con vida placentera y lleguen a adultos disfrutando lo bueno y hermoso de la vida. No son más centros de rehabilitación para drogadictos, más oficinas de atención a las mujeres maltratadas, ni más reclusorios para menores de edad  convertidos en delincuentes, ni más cárceles para criminales lo que necesita el país, sino niños sanos, hogares legítimamente constituidos, que formen familias sanas, para que haya una sociedad sana. Y esto solo es posible siguiendo los lineamientos establecidos por Dios en su Santa Palabra. Lo demás son solamente utopías de la humanidad.



Por el pastor: Fernando Zuleta V.






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