Son muy comunes los cambios de opinión y en realidad no es un defecto cuando se entra en razón, se rumian las acciones, las palabras o las decisiones y al considerarse que se ha incurrido en un error se asume la responsabilidad y se corrige lo que se ha hecho mal. Esto por supuesto es una característica encomiable de la persona y no una falta de carácter.
Nos referimos a la propensión al vaivén en las decisiones y al cambio de parecer simplemente por ser débil, al no tener la entereza para fijar y mantener la determinación. Es tener una posición ambigua donde no sabemos a que atenernos, ni cual finalmente va a ser la dirección que se le dará a tal o cual asunto.
Es como cuando hay dos colas paralelas y una persona se ubica en el medio, que no se sabe en cual de ellas esta y las sigue a la expectativa para ver cual se mueve más rápidamente y decidir por esa. De esa manera se comportan las personas fluctuantes, uno nunca sabe que decisión van a tomar, en otras palabras no se comprometen, son zamarros y ladinos en el estilo de algunos llaneros vernáculos, cuando se les hace una pregunta comprometedora, siempre recurren a la frase: “diga Ud. Primero”.
La verdad es que resulta bastante molesto y perturbador estar con personas con esta falta de carácter y si están en posición de liderazgo dejan muchas dudas sobre la eficacia de su desempeño, además de causar permanentemente situaciones embarazosas, produciendo confrontaciones innecesarias, desorientación y ninguna cosa concreta.
También recurren mucho al personalismo disfrazado, delegando parcialmente en otros la responsabilidad, para si falla tener a quien culpar directamente y si tiene éxito reclamar el premio por el logro. Esto denota lenidad en el individuo y cuando habla de algún asunto demostrando determinación, los que conocen su estilo particular y método de dirigir, no lo tomaran en serio pues saben que el si, de ahora, bien puede ser el no, de mañana y viceversa.
La fluctuación es extremadamente peligrosa porque impide la fortaleza del espíritu, destruye la confianza e inhibe la capacidad de permanecer en la misma línea de carrera, esto es de suponer que acarrea cualquier cantidad de situaciones tormentosas, menoscaba el ánimo imprimiendo el fatal sello del desaliento, ocasionando que se haga imposible terminar cualquier objetivo establecido. Pero quizás la peor consecuencia que se adquiere, es la incapacidad de perseverar haciendo las cosas hasta ver culminados los resultados.
La fluctuación teológicamente está definida como una ola del mar que va y viene sin detenerse. Filosóficamente como los pensamientos sin concreción, viene y se disipan con la misma velocidad. Poéticamente como el amor erótico, viene como una emoción ardiente y termina con una pasión dolorosa. Relativamente con el epíteto de que todo tiene su principio y su fin. Pero la verdad desnuda es que es la blandenguería que impide que nos comprometamos con la verdad y vivamos la realidad, porque no podemos tener dos almas, una para disfrutar los deleites y placeres que oferta el mundo en que estamos y otra para obtener los privilegios de ser hijos de Dios y ser herederos de la vida eterna. O estas en un lado o en el otro, pero jamás podrás ser neutral y ubicarte en el medio. Es tu decisión a que lado pertenecer.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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