Hemos caído en cuenta que las cosas van de mal en peor y esperamos un adalid que surja intempestivamente, tome la espada de la justicia y comience a administrar con sabiduría y equidad convirtiendo nuestra nación en un emporio comercial, porque a decir verdad toda vindicación que queremos tiene el tinte y la marca del dinero.
Nos han atestado y saturado de la idea que lo único que produce bienestar y seguridad para todos es ser ricos materialmente y cada día recibimos cientos de mensajes enviados como saetas a nuestra mente que impulsan y refrendan estos conceptos, pretendiendo que será lo único capaz de traernos felicidad y estabilidad a la existencia y no importa a que ideología política pertenezca el mesías de turno que propague el mensaje, porque todos apuntan a lo mismo, despertar y aumentar la codicia por los bienes materiales, avivando el deseo de una sociedad hedonista que le cae como anillo al dedo este tipo de percepción, hábilmente interpretada por los demagogos para hallar ingenuos prosélitos y hacerlos dos veces más hijos del infierno, porque el paraíso que prometen es solo una baladronada de los que padecen el virus del poder y el reconocimiento.
¿Donde encontramos en la historia de la humanidad que un imperio, una nación o un grupo ricos hayan traído felicidad a los de su entorno o coterráneos? Lo que si hallamos en toda la existencia del ser humano es que los poderosos económicamente explotan hasta no dejar sangre ni vida en los cuerpos de los que están en la inopia. Pregúntele a la historia que hacían los que tenían las armas y el poder para someter a naciones o imperios con los subyugados? ¿Qué paso con los negros africanos? ¿Qué aconteció con los aborígenes americanos? ¿Que acontece con los tercer-mundistas? ¿Qué sucede con los emigrantes a los llamados países desarrollados?¿qué pasa con los desposeídos de la fortuna que están en los cinturones de miseria de las sociedades y ciudades opulentas? Esto se resume en una sola palabra: explotación.
Mientras la humanidad se debata entre la riqueza y la pobreza material haciendo que el rico cada día quiera y acumule más riqueza y el desposeído de ella anhele vehementemente tenerla, los dos se hacen iguales, porque buscan el mismo fin y para ello utilizaran las mismas armas: explotar a los demás. Para el que quiere riqueza no le importa como la obtiene, sino obtenerla y allí es donde está la raíz del mal, habida cuenta de que no se detendrá ante ninguna situación que se le presente, si el dios dinero a logrado atiborrar todo su ser íntegramente del desmedido afán por las riquezas.
No esperemos que políticamente alguien acomode las cosas de tal manera que nos traiga la felicidad, porque la riqueza verdadera no son los bienes materiales, ni son los que dan la felicidad, ya que ellos están determinados a la destrucción y de nada sirve ser ricos para el mundo y pobres para Dios, preocúpate por hacer fortuna y depositar tus ahorros en el banco del cielo, donde el ladrón no los puede hurtar, ni la polilla arruinar, ni el tiempo destruir, porque no son bienes físicos sino espirituales y son indestructibles guardados para que los disfrutes en la eternidad.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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