A veces el sueño no se puede
conciliar
Pasamos revista a sucesos imprevistos
Tratamos de darle sentido y dirección
a algunas situaciones
Que han alterado el ritmo cotidiano
recordamos un niño haraposo y
desvalido
Que pide algún alimento porque el
hambre acosa
una mujer embarazada y triste
Sola, desprotegida y sin tener donde
vivir
Un anciano dejado abandonado por la
familia en una parada
Desorientado, casi ciego y hambriento
Se escucha la estridencia del ruido
de tambores
Y el estruendo y algarabía de una
muchedumbre
Que celebra alborozada el inicio del
carnaval
Las comparsas desfilan con bailes
sensuales y cadencias insinuantes
Nadie pone la mirada en los parias
que están en la vía
Por su alado casi atropellándolos cruzan
Cientos, miles de enfebrecidos y frenéticos
seguidores
De la baraúnda que parece estar celebrando
en pandemónium
La capital de los infiernos,
El triunfo del mal sobre el bien
Gritos de histeria colectiva saturan
el aire
Sin ningún resquicio de pundonor
Porque se han perdido los valores y
la moral
Todo es una mezcla putrefacta de
vicios
Que al socializarse, obtienen el
rotulo de aprobados
Así toda perversión abandona el
enclaustramiento de lo profano
Y toma por asalto lo sagrado, equiparándolo
y colocándolo
En el mismo nivel de lo abominable
Por esa razón nadie tiene compasión y
misericordia
Se ignora al necesitado, se
menosprecia al desvalido
Se deja a la vera del camino al
hambriento y desposeído
La indiferencia con el menesteroso se
acentúa y se endurece
El niño llora de hambre, la mujer
gime por la impotencia
El anciano sufre por el abandono
Nadie tienen en cuenta la abyección
de sus desafortunadas vidas
El espectáculo debe continuar aunque
la danza se haga encima de
las tumbas edificadas con los cadáveres de los débiles
y
desamparados.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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