viernes, 16 de febrero de 2018

CAMBIOS.




 

 “Nadie puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde dentro. No podemos abrir la puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones emocionales.” (Luz amparo Triana)
El problema del cambio es que no puede ser inducido, tiene que ser subjetivo, salido de la profundidad del alma y del espíritu y aprobado por la mente y aceptado por el corazón. Lo que no entiende la mente, nunca es aprobado por el corazón.
Nadie puede cambiar a otro, nadie cambia sino quiere. Todo cambio es interior, porque no se trata de moda o esnobismo, sino de conducta. Los cambios externos, lo que se denomina cambio de look, es solo remodelación de la fachada, pero la estructura interna queda intacta. Es perfecta la definición venezonalisima de esta situación con el adagio: “es el mismo musió con distinto cachimbo”. Ese es la equivalencia en Colombia con decir: " Es el mismo perro con distinta guasca"
Los cambios de apariencia son solo eso, pero no llevan implícito ninguno en el comportamiento, ese fenómeno se manifiesta con frecuencia en la política, los blancos se cambian de camisa y quedan  identificados como rojos, pero su corazón sigue siendo blanco por la definición del color político, pero negro por el comportamiento maula, así pasa con los verdes, los amarillos, los morados  o los azules, son camaleónicos, tienen la facultad de  mimetizarse y cambian según el medio ambiente, pero su corazón siempre será de lagarto irredento.
 
EL cambio real en una persona, por fuerza mayor tiene que ser interno y ello significa moldear actitudes, para que se manifiesten en la práctica las aptitudes; un comportamiento irracional es producto de una conducta inadecuada entronizada en el inconsciente de los individuos y se manifiesta de la misma manera que las vacunas, que son  virus atenuados o en estado catatónico y cuando el cuerpo es atacado por otro, se despiertan y entablan el mortal combate hasta que ambos se destruyen mutuamente, quedando indemne el individuo.
Si no cambiamos la mente para que el intelecto se use para hacer y practicar lo bueno, ponernos en la cabeza una bandana que diga soy inteligente, no garantiza que el aserrín que tenemos como sesos se convierta en materia gris.
Si no cambiamos el corazón, para que la voluntad se incline a lo correcto, de nada sirven las palabras de bienestar, si los deseos son una amalgama de pensamientos y apetitos morbosos.
Si no cambiamos el espíritu de cobardes, jamás tendremos un alma valiente que desafié el estatuó quo y pase por encima de los imponderables, venciendo las  imposiciones y disposiciones de las minorías que siempre ejercen el control político, social y económico de los pueblos.
La regla de oro para cambiar el mundo siempre ha sido cambiar primero, porque todo aquel que quiera cambios si cambiar primero, lo podríamos denominar sin temor a equivocarnos como un cínico de siete suelas. Decirle a la gente que debe hacer, sin  hacerlo primero es ser cínico al extremo, igual que hace el  consejero para dificultades en los matrimonios y  teniendo la pareja al frente que se quieren divorciar, les manifiesta todas las consecuencias negativas que arrastraría el hecho, pero el, está tramitando en un juzgado su propio divorcio y  amortigua el impacto de la conciencia que le reclama, diciéndose a sí mismo: ELLOS NO LO SABEN.
El cambio interno, obedece al entendimiento y la comprensión de las razones que justifiquen el hecho, no puede haber contradicción entre la voluntad , el intelecto y las decisiones, todos deben estar de acuerdo, porque se necesita una buena dosis de idoneidad, que es la que  va a reflejar afuera lo que está aconteciendo adentro y esto solo se logra en común acuerdo entre los componentes del ser humano (alma, cuerpo y espíritu).Esto lo definió magistralmente Gandhi al decir: la felicidad se alcanza cuando lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos está en perfecta armonía.
Muchos se preguntan ¿cambiando yo, cambiare el mundo? La respuesta sin temor a equivocarnos es: si; y la razón es que el mundo cambia cada vez que alguien cambia, porque la diferencia no es para el mundo, sino para ti, tu eres la diferencia y la notaran cuantos te hayan  conocido con anterioridad y testifiquen diciendo: fulano si ha cambiado y si logras que otros vean el cambio en ti, ahora pregunto ¿has cambiado al mundo, sí o no?
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.

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