“Nadie puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de
nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde dentro. No
podemos abrir la puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones
emocionales.” (Luz amparo Triana)
El problema del cambio es que no puede ser inducido, tiene
que ser subjetivo, salido de la profundidad del alma y del espíritu y aprobado
por la mente y aceptado por el corazón. Lo que no entiende la mente, nunca es aprobado por el corazón.
Nadie puede cambiar a otro, nadie cambia sino quiere. Todo
cambio es interior, porque no se trata de moda o esnobismo, sino de conducta.
Los cambios externos, lo que se denomina cambio de look, es solo remodelación
de la fachada, pero la estructura interna queda intacta. Es perfecta la
definición venezonalisima de esta situación con el adagio: “es el mismo musió
con distinto cachimbo”. Ese es la equivalencia en Colombia con decir: " Es el mismo perro con distinta guasca"
Los cambios de apariencia son solo eso, pero no llevan
implícito ninguno en el comportamiento, ese fenómeno se manifiesta con
frecuencia en la política, los blancos se cambian de camisa y quedan identificados como rojos, pero su corazón
sigue siendo blanco por la definición del color político, pero negro por el
comportamiento maula, así pasa con los verdes, los amarillos, los morados o los azules, son camaleónicos, tienen la
facultad de mimetizarse y cambian según
el medio ambiente, pero su corazón siempre será de lagarto irredento.
EL cambio real en una persona, por fuerza mayor tiene que
ser interno y ello significa moldear actitudes, para que se manifiesten en la
práctica las aptitudes; un comportamiento irracional es producto de una
conducta inadecuada entronizada en el inconsciente de los individuos y se
manifiesta de la misma manera que las vacunas, que son virus atenuados o en estado catatónico y
cuando el cuerpo es atacado por otro, se despiertan y entablan el mortal
combate hasta que ambos se destruyen mutuamente, quedando indemne el individuo.
Si no cambiamos la mente para que el intelecto se use para
hacer y practicar lo bueno, ponernos en la cabeza una bandana que diga soy
inteligente, no garantiza que el aserrín que tenemos como sesos se convierta en
materia gris.
Si no cambiamos el corazón, para que la voluntad se incline
a lo correcto, de nada sirven las palabras de bienestar, si los deseos son una
amalgama de pensamientos y apetitos morbosos.
Si no cambiamos el espíritu de cobardes, jamás tendremos un
alma valiente que desafié el estatuó quo y pase por encima de los
imponderables, venciendo las
imposiciones y disposiciones de las minorías que siempre ejercen el
control político, social y económico de los pueblos.
La regla de oro para cambiar el mundo siempre ha sido
cambiar primero, porque todo aquel que quiera cambios si cambiar primero, lo
podríamos denominar sin temor a equivocarnos como un cínico de siete suelas.
Decirle a la gente que debe hacer, sin hacerlo primero es ser cínico al extremo,
igual que hace el consejero para
dificultades en los matrimonios y
teniendo la pareja al frente que se quieren divorciar, les manifiesta
todas las consecuencias negativas que arrastraría el hecho, pero el, está
tramitando en un juzgado su propio divorcio y
amortigua el impacto de la conciencia que le reclama, diciéndose a sí
mismo: ELLOS NO LO SABEN.
El cambio interno, obedece al entendimiento y la comprensión
de las razones que justifiquen el hecho, no puede haber contradicción entre la
voluntad , el intelecto y las decisiones, todos deben estar de acuerdo, porque
se necesita una buena dosis de idoneidad, que es la que va a reflejar afuera lo que está aconteciendo
adentro y esto solo se logra en común acuerdo entre los componentes del ser
humano (alma, cuerpo y espíritu).Esto lo definió magistralmente Gandhi al
decir: la felicidad se alcanza cuando lo que pensamos, lo que decimos y lo que
hacemos está en perfecta armonía.
Muchos se preguntan ¿cambiando yo, cambiare el mundo? La
respuesta sin temor a equivocarnos es: si; y la razón es que el mundo cambia
cada vez que alguien cambia, porque la diferencia no es para el mundo, sino
para ti, tu eres la diferencia y la notaran cuantos te hayan conocido con anterioridad y testifiquen
diciendo: fulano si ha cambiado y si logras que otros vean el cambio en ti,
ahora pregunto ¿has cambiado al mundo, sí o no?
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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