miércoles, 29 de febrero de 2012

LOS DIAMANTES SON ETERNOS


    


Leyendo  sobre los diamantes en WikipedíA, me encontré con cosas muy interesantes, algunas ya conocidas y otras no, de las cuales saque algunas enseñanzas y conclusiones provechosas que deseo compartir con mis amables lectores. El diamante (del griego, adamantos, que significa invencible, inalterable, indomable, puro) tiene una dureza proverbial y una durabilidad incalculable, de allí la idea de que los diamantes son eternos, los científicos explican que esa resistencia y durabilidad tan fuertísima se deriva de los miles de años que el material de que esta hecho, estuvo sometida a altas presiones y temperaturas.

Tiene características físicas superlativas, la más alta dureza y conductividad térmica de todos los materiales, su apariencia clara e incolora es la garantía de su pureza, se contamina solo por pocos tipos de impureza, y esas pequeñas cantidades de impurezas son las que le dan los diferentes colores. Tiene dispersión refractiva relativamente alta, que es la capacidad para dispersar la luz, lo que resulta en su lustre característico.

No puede ser pulido por ningún otro material, sino por otro diamante, de manera que la fricción entre ellos es la que produce que sus caras sean limpias y completamente lisas.

El creyente en Jesucristo es invencible mientras esté haciendo la voluntad de Dios, nada puede alterar los propósitos que El Señor tenga con él, eso lo constituye en un ser que no se doblegara ante ninguna vicisitud, porque su pureza lo hace invulnerable a todos los intentos vengan de donde vengan de cambiar su rumbo y dirección.

Su durabilidad es literalmente eterna, porque el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre, pero esto se consigue por medio de un proceso que comienza el día en que aceptamos la reconciliación con DIOS, obteniendo perdón y liberación por medio de Jesucristo. Las presiones a que somos sometidos constantemente por razón de nuestra fe, nos revisten de resistencia inconmensurable para soportar toda la avalancha de ataques que se derivan de esta decisión.

Los diferentes problemas que confrontamos diariamente por causa de nuestras creencias, las tribulaciones ocasionadas por la turbulencia de un mundo  que está de espaldas a su Creador, las pruebas a que somos sometidos y los ataques arteros de los enemigos espirituales producen una dureza en nuestro carácter, que ni el diamante más duro podrá romper. Felicitaciones para los que ven en la adversidad la mano de su Hacedor, para  ser perfecto como su Hijo Jesucristo y no un medio para causar dolor y una causa para lamentarse o tener conmiseración.

El creyente sometido al horno de fuego es para que se queme la escoria, que impide que sea un diamante puro y diáfano. Entre más pureza alcance, más crece la capacidad de dispersión refractiva, que como hemos dicho, es la habilidad para dispersar la luz de diferentes colores, pero el color de su luz depende del grado y elemento de impureza que presente, si su luz es completamente diáfana y transparente es porque ha alcanzado el máximo de pureza. Esa luz que irradia el creyente es lo que le da el brillo característico y hace que el mismo Señor los describa como luz del mundo.

A los cristianos, usando las formas que a su Amo le agrade son pulidos y limpiados de impurezas permanentemente, pero como los diamantes naturales, solo se logra el objetivo con otro diamante, alégrate cuando estés en medio del conflito siendo probado, estas siendo perfeccionado, cuando tu hermano haga algo que te moleste o  te desagrade, pregúntate ¿Cómo diamante que soy, que área de mi vida estará puliendo y limpiando El Señor, que permite esta situación? y entonces veras en tu hermano un instrumentó de la gracia de de Dios para hacerte perfecto.

Recuerda que todo creyente es un diamante y necesita estar en el taller del maestro, como dice Alex Campos en su espectacular canción. Disfruta ese taller, te está preparando, nada más y nada menos que para vivir la eternidad en la multitudinaria cantidad de redimidos y en su maravillosa y especialísima compañía.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.








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