martes, 28 de febrero de 2012

LA FULANA INTRANSIGENCIA

                             


La intransigencia es un estado extremo de terquedad que impide a las personas que lo sufren dejar a un lado las posiciones antagónicas; el que la practica como la victima vive en un clima de tensión e inconformismo, el primero porque sin razonamiento determina que solo como él piensa y actúa es la única manera correcta de decir y hacer las cosas y el segundo porque sufre en carne propia la posición a ultranza del otro.

El peor problema con la intransigencia es que es algo permanente, las personas con esta anomalía mueren en su ley, aun viendo los pobres resultados de su accionar, persisten en mantener su condición, no debe confundirse con la perseverancia que es una virtud, la otra en cambio es un defecto terrible.

La intransigencia obra imponiendo el criterio sin importar las consecuencias, establece en contra del sentido común sus puntos de vista y ejecuta sin detenerse a pensar cuantos salen perjudicados con sus decisiones. El ideal del intransigente es que debe de imponerse a como dé lugar, su visión de los hechos esta entubada o tiene gríngolas al lado de los ojos para no ver otras opciones. Los errores que comete no lo hacen reflexionar y actúan como un combustible inflamable para elevar más su estado de empecinamiento, no cambia de dirección, no tiene sentido sociable y es incapaz de analizar o sopesar la opinión de terceros, no puede trabajar en equipo y si es jefe es clamorosamente insoportable.

Conocí uno que tenia la fanática costumbre de dormir con "malas pulgas", así se llamaba su perro y eso le había costado dos divorcios y una buena cantidad de relaciones sentimentales rotas, pero nunca renuncio a esa práctica demencial, finalmente cuando murió el can, todos creyeron que eso eliminaría la raíz del problema, seguramente pensando en el refrán popular: "muerto el perro, se acaba la rabia", pensaron que podía enderezar el rumbo, cambiar de hábitos y tener un matrimonio estable y duradero y volvió a casarse, a los dos meses cuando se creía superado la manía un compadre le regalo un cochino recién destetado, lo que hizo salir despavorida a su consorte, porque lo metió a dormir en el tálamo conyugal. Todo porque el tenia la convicción de que los animales merecían el mismo respeto y consideración que las personas, la máxima que usaba para defender su teoria inflexible era: "a los animales solo les falta hablar para ser iguales a las personas".

Muchos prefieren los animales a las personas, una vez ante un auditorio donde se daba una conferencia sobre lo que son las prioridades, el expositor hizo la pregunta al público: si Ud. va conduciendo un vehículo y se encuentra en la disyuntiva de atropellar un perro o a una persona ¿a quién evitaría atropellar? Al perro contesto uno sin titubear y ¿Por qué?
Inquirió otro, su respuesta fue determinante, porque la persona puede decir donde y que tanto le duelen las heridas y el perro no.

Así actúan las personas con esta extraña pero común anormalidad, no hay sensatez en lo que dicen o hacen, pero son como el león macho, nada lo hace volver atrás, para ellos no existe razonamientos, causas o circunstancias, no analizan los pro o los contra, sus acciones son viscerales y ninguna cerebral, permaneciendo obstinadamente en su posición, lo que hace altamente destructiva esta actitud ,resquebraja toda relación hundiendo en la soledad y las sombras a los portadores cero positivos de tan destructor virus.

Algunos piensan que la intransigencia es hereditaria, otros que es adquirida, pero viendo los resultados trágicos de sus portadores, me inclino a pensar que mas que enfermedad física o patología hereditaria es un problema espiritual, que causa infelicidad al que esta inoculado por su veneno, como a los que tienen la ingrata ocasión de estar cerca de ellos. Está claro que es una atadura que impide el disfrute de la vida, causa traumas y desequilibrio. Si alguien está sumergido en su cauce pestilente solo conociendo la verdad será libre de tan oprobioso yugo y esa verdad es: JESUCRISTO.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.

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