CAMINO A LA RECTA FINAL.
Las fuerzas fallan, los fuertes se debilitan, la edad se impone a la arrogancia de la humanidad y termina por subyugar la altivez de la juventud y someter el poder del intelecto.
Nadie puede fiarse de los años, nunca se sabe que carga impositiva traen, nadie debe confiar en la experiencia, jamás se puede saber a que hora nos abandona la sensatez, convirtiéndose en senilidad.
Todo pasa, la majestuosa belleza pierde el brillo y la lozanía, los rostros de porcelana se convierten en marchitas grietas opacas y en surcos que marcan la rutina del impertérrito tiempo.
La arrogancia de aquellos pasos inhiestos han dado paso a la curvatura que nos obliga a mirar abajo, la visión escudriñadora de antaño, ve sombras a lo lejos que no puede diferencias si son fantasmas o personas que deambulan.
El tiempo impávido e imperturbable nos ha moldeado a su capricho, los recuerdos son vagos y confusos, aquella lucidez y velocidad mental fue reemplazada por una nubosidad que nos impide tener claridad de pensamiento y diafanidad en las ideas.
Las preguntas carecen de ingenio y agudeza, ahora son como la de los párvulos, cargadas de ingenuidad y de cándida inocencia.
Las palabras no son tenidas en cuenta, ahora suenan cono capricho de anciano y no como voz direccional, no tenemos opción de elegir lo que deseamos, somos llevados a cumplir las imposiciones de quienes nos controlan.
Fausto en el asilo de ancianos esta planificando escapar y tiene como socio de aventura a Tulio, le dice mientras caminan por el pasillo que los lleva al comedor: ya prepare todo hoy nos vamos.
Tulio pregunta ¿y como abrimos el candado que tranca la puerta de salida.
Fausto respondió: conseguí un atornillador y con esa herramienta la metemos por la cerradura, le damos un golpecito y el candado se abre y escapamos.
Tulio agrega ¿y como se van a hacer las cosas?
Fausto explica: cuando termine el almuerzo, rápido voy al dormitorio, levanto el colchón y saco el atornillador, Ud., me espera aquí para no despertar sospechas.
Llegado el momento preciso, Fausto se dirige al dormitorio y cuando llega ve la cama tendida y ordenada y dice: creo que es la hora de la siesta, acto seguido se acomoda en la confortable cama y en menos de lo que un gallo canta, lo mullido de la cama y el ambiente fresco y tranquilo del lugar lo hacen dormir plácidamente.
Cuando despierta ha dormido dos horas y sale al jardín a extasiarse un poco, allí se encuentra con Tulio y comienzan una plática,
Oye Tulio sabes que soñé esta tarde que nos escapamos de aquí, a lo que Tulio responde: oí decir que tu tienes una llave para abrir el candado de la reja. Seguro añade Fausto, lo que pasa es que tengo un atornillador y para abrir el candado se necesita un destornillador, pero tengo la solución ¿cual? Pregunta Tulio y responde Fausto, cuando vengan a visitarnos, cambiaremos con algún visitante el atornillador por destornillador y así tendremos la herramienta para escapar.
Bueno dice Tulio, esperaremos ese día.
Así son las conversaciones de muchos ancianos en los asilos, ellos no están locos, sino que las neuronas escasean y hay muchas lagunas mentales, se olvidan con mucha frecuencia de lo que quieren hacer y muchas cosas que dicen tienen un tinte de ficción o falta de coherencia. Por eso necesitan la comprensión y el cuidado de los hijos o los nietos.
Tengo una buena noticia, llegar a viejo no es ninguna calamidad si has sabido vivir la vida, como dice la Palabra de Dios: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia ( Eclesiastés 12: 1, 2).
¡BENDICIONES!
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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