martes, 23 de septiembre de 2014

UNA ESCOLTA IMPREVISTA.



Este lunes pasado 22-09-2014, estábamos citados a las 4 pm, en el grupo médico Ocumare para una evaluación de la salud de mi esposa con el especialista en miología, la cuestión es que a esa hora no habían atendido sino un solo paciente y a nosotros nos toco por turno el numero 29 y como era absolutamente necesario la atención profesional, no quedo otra alternativa que esperar hasta que nos llegara el momento de ser atendidos.

Establecimos conversación con los demás componentes del grupo, como mecanismo de entretenimiento y por la necesidad de pasar el tiempo de la mejor manera posible, cuando mi esposa logro entrar al consultorio ya eran las 11 de la noche pasadas y al final cuando salimos de la clínica el reloj marcaba las 11:40, la tarea inmediata sería conseguir un taxi, pero el único que encontramos se negó a llevarnos, cuando le indicamos el lugar a donde íbamos, sin más alternativa enfilamos las baterías hacia la casa, con las calles desiertas y semi-oscuras  el panorama se presentara  tétrico y desolado.

Cuando estábamos pasando por  el lugar más azaroso y se presentaba el camino más ominoso y amenazante al frente en un cobertizo de un edificio había durmiendo 6 perros de diferentes tamaños y portes, pero ellos al sentir nuestra presencia todos se despertaron e inesperadamente sucedió lo que jamás podíamos imaginar, comenzaron a caminar a la par de nosotros y de forma inexplicable hicieron una especie de cinturón de seguridad, sin quedara duda que se estaban ofreciendo a acompañarnos.

Cuando habíamos andado algunos 100 metros, le pregunte a mi esposa ¿Qué piensas de lo que está pasando? Su respuesta no pudo ser más elocuente y sincera: ¡los envió Dios para que nos guardaran!.

El camino continuo sin sobresaltos, ni inconvenientes por un tramo de al menos 300 metros. Nuestro hijo menor nos había hecho una llamada justo cuando iniciábamos la travesía y le dimos las coordenadas geográficas de la ubicación en el momento, comentándole que íbamos a pie por no conseguir transporte, el estaba ansioso esperando nuestra llegada en el porche de la casa, notando de inmediato el extraño escuadrón que nos escoltaba, la pregunta directa fue ¿y esos perros? La respuesta de mi esposa no se hizo esperar: ¡Dios  los envió para que nos guardaran!

He visto en múltiples oportunidades como Dios nos ha protegido, pero sinceramente en esta ocasión te pasaste SEÑOR MIO Y DIOS MIO.

No quiero ser dramático y menos fanático, pero si los que leen este relato conocieran el lugar que es Ocumare del Tuy y supieran como es la zona donde residimos y conocieran el trayecto que nos toco recorrer a pie esa noche, no tendrían ningún inconveniente ni recelo en ver la mano de Dios en lo sucedido y lo testifico porque: conviene que yo declare las señales y milagros que el  Dios Altísimo ha hecho conmigo.(Dn 4:2).

Por el pastor. Fernando Zuleta V.



No hay comentarios:

Publicar un comentario