Fui criado en el campo aprendiendo todas la tareas rudas que esto conlleva,
desde cargar agua usando una palanca para sostener una gran olla con el
preciado liquido, sacado de la quebrada que estaba a unos 250 metros y llevado hasta la casa donde era depositado en pipotes
de 200 litros, traer arboles y rajarlos haciendo leña de ellos para mantener el fogón
encendido para cocer los alimentos, recoger y llevar la mulada a los potreros,
ser ayudante de arriero, picar caña para alimentar a las bestias, lidiar con
verracos furibundos, acompañar a mis hermanos en toda labor agrícola, limpiando
el terreno para sembrar maíz, frijol o cualquier otro rublo cultivable.
Andar por distintos caminos en completa soledad haciendo tareas que se me
ordenaba, como traer la leche todos los días de un ato a unos 3 kilómetros,
que vendíamos por vasos con las sabrosas mantecadas, polvorosas o cucas en la
pequeña tienda que teníamos o ir a lugares más lejanos a enterarme de cómo
estaba la salud del hermano mayor, cuando por algunos días no bajaba al pueblo,
ya que era asmático y frecuentemente sufría de estos terribles ataques de
asfixia, no se habían inventado los nebulizadores y otras tantas formas de
combatirla como las que disfrutamos en el momento, todo era muy artesanal y en
estos lugares las enfermedades por lo general se trataban con elementos de la
naturaleza, brebajes, pócimas, ungüentos y otras recetas caseras que la misma gente
creaba.
Me recuerdo cuando accidentalmente el arriero de la familia un joven de
18 años en se dio un tiro a la altura del
muslo derecho, cuando subiendo un barranco acciono una pistola hechiza ( de fabricación casera) que
llevaba dentro del bolsillo del pantalón, la sangre comenzó a brotar como ríos
de tan bestial herida y recurriendo a lo que era conocido por su acompañante
otro imberbe de la misma edad, agarro tres yerbas distintas y mascandolas con
la velocidad que ameritaba la situación hizo una especie de pasta que puso en
la herida taponándola, dio resultados asombrosos porque logro parar la
hemorragia de inmediato.
Como pudo cargo con el herido hasta la casa de familia y allí comenzó el
tratamiento poco ortodoxo, como los famosos paños de agua caliente, hechos de
una mata llamada frutillo que según se
creía era lo máximo para desinflamar y sanar las heridas, esto era lo que se
conocía y sin poder hacer otra cosa, estando a horas de camino de herradura al
poblado más cercano donde podía ser atendido por profesionales, porque allí no
disponíamos de ningún medicamento, ni de ninguna persona con conocimientos de
por lo menos enfermería o primeros auxilios.
Pasados unos dos días del accidente, llego otro hermano que tenia recorrido
por ciudades y un conocimiento menos entubado de esta situaciones y cuando vio
la herida y los tonos rojizos que la rodeaban, de inmediato tomo la decisión de
sacarlo al lugar donde podía ser atendido medicamente, porque tuvo una
valoración acertada de la gravedad del suceso y en menos de lo que canta un
gallo un contingente de muchachos estaban cargando al herido en una camilla que
requería cuatro personas para llevar en el hombro la carga distribuida con
equidad y equilibrio, se turnaban cada vez que los que cargaban pedían el
relevo, pero por ninguna causa se podía parar, porque de la celeridad con que se cumpliera el objetivo dependía la vida del
amigo, imaginemos lo que significaba una travesía de 5 horas, por caminos con
diferente obstáculos, como subidas y bajadas con bastante inclinación, partes
pedregosas, otras tantas con baches y barrosas, pasar ríos y todo lo que había
que sortear evitando en lo posible por hacer movimientos bruscos a sabiendas de
que la carga era un herido en estado delicado y todo vaivén repercutía directo
sobre la herida produciendo dolor agudo y fuerte.
Al fin cuando llegaron al centro de salud con la premura y urgencia del
caso fue atendido y de inmediato fue sometido a cirugía, los médicos nunca se
pudieron explicar cómo pudo sobrevivir y tampoco como no contrajo una infección
que requiriera la amputación del miembro afectado, pues a milímetros del fémur
estaba incrustada la bala y por gracia de Dios no rompió ni la femoral, ni vena
alguna, final feliz para esta historia cotidiana en estos parajes donde los
campesinos son los protagonistas de todos los días.
Años más tarde estando en una
hacienda ganadera se hizo necesario reclutar del personal que laboraba en distintos menesteres para
traer el ganado de los potreros y vacunarlo y el capataz pregunto ¿Cuántos
saben montar a caballo? Fui el primero que me adherí al grupo de jinetes y como
recompensa me dejaron elegir la cabalgadura, había una potranca de gran porte y
de buenos bríos, mora y con un esplendido lucero en la frente, me advirtieron
tenga mucho cuidado y lo peor es que no tenemos montura tendrá que montarla en
pelo, mi respuesta fue esta bien y gracias, la tome de las riendas y antes que
ella se apercibiera ya estaba sobre su lomo, la deje que drenara su ímpetu e
impaciencia dejándola correr por la sabana sin recurrir al control de su
carrera por algunos 300 metros y entonces hice uso de las riendas y tome el
control, cuando regrese al grupo, me di cuenta que había un poco de perplejidad
en algunos, pensé para mis adentros estos no saben de dónde vengo.
En la tarde cuando finalizamos la tarea se me acercó uno de los compañeros
y me dijo: oye, eres el que mejor montas, fue un piropo que me agrado, entonces
le dije: me crié montando a caballo y pensaba que se me había olvidado, porque
la historia que he relatado arriba fue hasta cumplidos los ocho años de edad.
He vivido y he pasado por cualquiera cantidad de situaciones buenas y malas
pero de una cosa estoy seguro: Y sabemos que los que aman Dios, todas las cosas
le ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
(rom.8:28).
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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