La soledad es un estado aliado para los fuertes,
Ella no te aísla del mundo, sino que te preserva del mal,
No evita las sombras, sino que te enseña a vivir con ellas,
No añade oscuridad, sino confianza y seguridad.
Quien aprende a disfrutarla, sabe que es magnífica su compañía,
Porque te aleja de la barahúnda de las urbes mundanales,
Te corrige en lo oculto y no te avergüenza en público,
Te muestra las flaquezas y te enseña las virtudes,
Nunca te compadece, ella no sabe de blandenguerías,
Jamás toma el camino de la conmiseración humana,
Porque los hombres no nacen para tenerles lastima,
Están hechos para superar todas las contingencias,
Sobreponerse a los más disimiles procesos
Y a vencer en las peores y abyectas condiciones,
Porque no surgimos del azar evolutivo de los tiempos,
Ni estamos al arbitrio caprichoso de los astros siderales,
Sino de la mirifica mente del Señor del Universo,
Que al trasmiteir en sus genes la herencia divina
impide que envueltos en torbellinos destructivos,
nos lamentemos por la inexistente suerte,
y menos por el espurio destino fatalista,
Haciendo de la vida una rutina monótona sin sentido
Que no tiene punto de partida, ni línea de llegada final.
La soledad no es lenitiva, ni permisiva a ultranza,
Ella enseña a depender de Dios y no de su creación.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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