CANCHILAS Y LOS GUADUALES
Pasar el rio Cajamarca por el puente de guadua por las noches, solo era reservado para los guapos y osados, mas de uno se devolvio a trancos, con el pelo herizado, la lengua afuera, los ojos desorbitados y corazón saliendose del pecho y bombeando sangre a raudales, por la adrenalina que corria en cantidades industriales por el torrente sanguíneo, cuando el pánico hacia presa de ellos al escuchar aquellos quejidos que salian del centro de aquella maraña de las enormes bambús.
Y no eran cuentos de camino, sino realidad contame y sonante, alli la oscuridad se acentuaba, porque el puente termina justo al lado de grandes guamos que hacian de sombra del cafetal, sus ramas corpulentas se extienden como enormes tentáculos de un gigantesco pulpo, en todas direcciones, haciendo de ese sitio un agujero negro impenetrable, los viajeros que llevan linterna amainan el terror alumbrado en medio de esas densas tinieblas, los que encendían velas de parafina no alcanzaban a llegar a la mitad del puente con ellas prendidas, porque las ráfagas de viento constante las apagaban y era en vano encenderlas de nuevo, además nadie tenía el valor para detenerse en el medio del puente a hacerlo, pero no era solo la oscuridad, el viento recio, la brisa fria o el rugido del caudal del río, que causaba terror, sino los lamentos y bramidos que salian del medio del guadual como de almas en en sufrimiento despiadado, eso no lo soportaba nadie, a veces dejaban los zapatos que se les salian por la premura que imponían a sus pasos, porque a decir verdad nadie tenía la osadía de devolverse o simplemente el miedo les impedia darse cuenta que quedaban a pata sucia, otros dejaron sombreros, porque cuando se les herizaba el pelo, se les subia a la corona de la cabeza y de alli volaban con el viento a su favor ¿quien penetra 10 o 15 metros en la manigua a buscar un sombrero en esas circunstancias?, otros dejaron maletines con distintos implementos, porque al iniciar la carrera huyendo despavoridos de aquel pandemonium aterrador soltaban cualquiera cosa que llevan y para tener la libertad de correr mas aprisa y sin estorbo.
Joaquín perra llego al extremo de soltar de su cintura su inseparable machete, del cual el mismo decia, ud podra encontrarme sin pantalones, pero nunca sin mi machete, que entre otras cosas, era un tres canales de veinte pulgadas, cuando al huir se le atravesaba y pensando en que lo haria tropezar y caer, no tuvo ningun reparo en soltar el cinto para ganar velocidad y evitar un accidente.
El colmo fue el de Juan peludo, que iba con su hijo de 5 años y escuchar aquellos tétricos quejidos salio despavorido y cuando había alcanzado máxima velocidad, después de haber recorrido unos 200 metros es que cae en cuenta que dejó al niño en medio del puente, a pesar de todo este fue mas valiente que los demas, dio un giro de 180 grados y con resolución de hombre grande corrió en busca de su vástago, diciendo para sus adentros, si me toca morir, lo hare con mi hijo o por mi hijo, cuando llegó a la cabeza del puente, enciende una vela, inicia el cruce y a menos de 10 metros esta el imberbe abrazado a un paral y le dice: papi no seguí porque no veía y el viento me podía tumbar al río, yo crei que te había cargado el miruñas.
Toma a su hijo dando gracias a DIOS, asiéndolo de la mano, no quiso correr mas, siguió escuchando los lamentos y se dijo para si: por miedo casi pierdo a mi hijo,
¡el miedo no me hara correr mas!.
A todas estas canchilas oye varias versiones del asunto, en el lugar que los campesinos bautizaron en honor al .Dr: Jorge Villasmil: lloran los guaduales, por la semilitud que le encuentran al lugar con su extraordinaria composición folclórica homonima.
Canchilas es un hombre rudo acostumbrado a las durezas de la vida, a desafiar los peligros, habiendo madurado física y emocionalmente y como dice un antiguo proverbio: solo le da miedo que le de miedo.
Hablando con algunos que vivieron en carne propia esta escabrosa pesadilla, los dejo a todos atonitos e incredulos cuando aseguró que descubriria el origen de los quejidos terroríficos de los guaduales; ya tiene suficiente información y todos los datos recopilados le hacen dudar de que el origen de esta horrida pesadilla sea infernal, porque solo se escucha en los meses de lluvia y en las noches en que hay aguaceros y vientos fuertes, cuando el clima es calmado y en verano no sucede nada en absoluto.
De esa manera planifica y elige el tiempo en que anuncia lluvia en la noche, tiene listo todo el equipo, ruana para resistir la lluvia, sombrero con barbuquejo, para que el viento no se lo arrebate, peinilla bien afilada y con el tio chucho consigue un 38 largo que muy pocos poseen en esos lados, se coloca una bandolera con 40 tiros, como si fuera a librar una batalla de vida o muerte contra un incontable ejército, se provee de un enorme crucifijo amarrado a la cintura con una cuerda de cuero, por si acaso la pelea ha de ser con fuerzas demoniacas, se enfunda unas botas de poliuretano que casi le llegan a la rodillas, toma la linterna de tres pilas y su amigazo de toda la vida, el perro pinto; le preguntas los escépticos parroquianos ¿ te vas a llevar el perro? Me iria sin cualquiera otra cosa menos el perro, responde con firmeza.
El sabe por experiencia que solo hay dos animales que detectan cualquiera sea el peligro en los azarosos caminos de herradura o en las tupidas y escalofriantes selvas y ellos son don perro y misia mula.
Agarra el lichigo que le ha preparado su esposa, con arepas de maiz pelado, rellenas con queso campesino, dos botellas de agua de panela con leche de vaca negra y ternera chucuta, ella: advirtiendo, son para que no pasen hambre, hay suficiente para ti y para pinto , toma su infaltable cajetilla de cigarrillos y fosforos suficientes. Sin mas preambulos siendo las siete de la noche y delante de un buen numero de testigos, toma con resolución el camino que en unos treinta minutos lo llevara al lugar escalofriante de aquellas quejas y lamentos que causan pánico y terror a quienes han tenido la desventura de oirlos.
Llega y consigue un lugar para sentarse a esperar a que se de inicio a la macabra función, justo al pie de un magestuoso y corpulento laurel de grandes raices prominentes y puede guarecerse de la lluvia y evitar la reciedumbre del viento monta su base de operaciones, se acomoda con pinto lo mas grato posible y comienza la espeluznante espera, después de 2 horas se comen la primera tanda de arepas y cuando se esta llegando al filo de la medianoche, comienza aquel viento frio que a muchos les ha helado la sangre y congelado el cerebro, se anuncia la lluvia y el comienzo del lloro y lamento de los guaduales, pinto esta dormido a los pies de su amo, de seguro soñando con otra tanda de arepas, cuando es despertado abruptamente al darse inicio al concierto de melodías alucinantes y poniendose de pie coloca las orejas como un radar, al mismo tiempo que escudriña la oscuridad y olfatea el viento, canchilas de pie y machete en mano, solo lo observa y cuestion de minutos pinto sin inmutarse sigue con su interrumpido descanso, canchilas por la atictud del perro, descarta de un solo golpe que el lloriqueo quejumbroso sea producido por fuentes diabólicas o por seres de inframundo, el sabe como se comportaria pinto, si alli se estarian presentando huestes malignas o visitantes de los muertos y con toda resolución y temeridad le dice a su fiel acompañante, vamos a internarnos en los guaduales y saber de una vez por todas ¿porque lloran los guaduales? ¿o quien hace llorar a los guaduales?, enciende su linterna, agarra con la diestra su peinilla e inician el recorrido penetrando la lúgubre manigua, abriendo camino a machetazo limpió, en direccion de donde vienen los tétricos quejidos, cuando han avanzado unos sesenta metros en el atiborrado guadual, justo encima de sus cabezas se esta produciendo aquel lloro infernal, alumbra y descubre que varios bambús se entrelazan y los fuertes vientos hacen que se rosen unos con otros y eso produce aquellos lamentos que causan pánico y terror. Con animo sereno canchilas le dice a su amigo pinto, tiene razón don Jorge Villasmil: lloran los guaduales.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
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